Cap 32

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Hice la maleta. Ella estaba junto a la puerta, apoyada en el marco, con los brazos cruzados. No había expresión alguna en su rostro, estaba con la mirada perdida en mi equipaje. Yo deseaba con todas mis fuerzas estar ya en el avión, pero al mismo tiempo quería retrasar al máximo la separación.

Cuando terminé la miré y senti ganas de gritar. Nada de aquello tenía sentido, nos amábamos, pero separadas no nos haríamos más daño, así que no teníamos elección. A pesar de su cara inexpresiva, casi sentí en mi propia piel la tristeza que la embargaba.

Me dirigí a la puerta. No me atreví a tocar su cuerpo por última vez, pues sólo serviría para hacernos perder el control a las dos.

Abrí la puerta, me siguió, primero caminando lento e inseguro y después con largos pasos, ya en el pasillo la sentía correr detrás de mí, me abrazó por la espalda y yo me quedé inmóvil sin desear nada más.

-Por favor Brujita, quédate conmigo- Me susurró entre sollozos. Dejé caer la maleta me volteé en sus brazos y la abracé yo también. La estreché con fuerza, para sentir su cuerpo una vez más.

-No puedo, sabes que no podemos- Hablé junto a su hombro. Me llegó su fragancia y casi pude percibir el sabor de su piel.

La amaba más que a nada en el mundo, ella acercó su cara a la mia y me beso, con amor, necesidad y nostalgia, pidió paso con su lengua y se lo di, el beso se prolongó más de lo común, era obvio que no quería dejarme ir.

-Nat, por favor suéltame- Le susurre uniendo nuestras frentes con lágrimas corriendo por mis mejillas.

-No, no esta vez, tu luchaste por tenerme a tu lado, ahora me toca a mí luchar por ti, por lo nuestro, insistiré Brujita, no te iras de mi vida tan fácil, no de nuevo, no lo permitiré- Me dijo sollozando y con la voz entrecortada.

-Natasha, no lo hagas más difícil- Me aparté de ella como pude, recogí mi maleta y empecé a bajar las escaleras llorando. No volví la vista hacia atrás ni una vez.

Estaba en el avión de vuelta a casa con una expresión en el rostro como si estuviera en trance. A medida que aumentaban los kilómetros que nos separaban, me iba calmando.

Había encontrado a la mujer de mi vida y la había perdido. "Bueno, no era para tanto, a todo el mundo le pasa lo mismo". No, no servía de nada querer engañarme a mí misma. Sabía que jamás en mi vida volvería a sentir algo así. Ella sería siempre mi recuerdo más feliz... Y también el más triste.

Lo primero que hice al llegar fue tomar el teléfono y llamar a Steve, decirle que ya estaba en New York para que ella pudiera empezar con lo del juicio.

Desice la maleta, puse la ropa sucia en la lavadora y recogí el correo que ya empezaba a sobresalir del buzón. Esas actividades me proporcionaron unos minutos de respiro.

Me preparé un baño y permanecí un largo rato sumergida en agua caliente. Era una de mis actividades favoritas que siempre me relajaba y tranquilizaba. Experimenté la relajación física, pero cuando quise dejar la mente en blanco como tenía por costumbre, me topé con demasiados pensamientos.

Bueno, en realidad sólo había uno, Natasha Romanoff.

La recordé en su bañera de París y recordé también cómo me sentí al verla allí. Aparte del calor del agua, que me calentaba por fuera, empecé a notar cierto ardor dentro de mi cuerpo.

"Ya se me pasará- Pensé -con el tiempo... Conoceré a otras mujeres, me acostaré con ellas y me ayudarán a olvidar. Tal vez hasta me vaya a vivir con otra mujer. Ese es mi futuro, no ella, o a lo mejor me quedo sola".

En esos momentos, quedarme sola era la situación que me resultaba más apetecible. Puesto que a ella no podia tenerla, no me parecía que hubiera tanta diferencia. ¿Y el sexo? "¡Condenado instinto sexual! ¿Por qué no me dejas en paz?, ¿O acaso crees que puedes hacer realidad todos tus deseos?".

La reina de mis noches; Scarletwidow Donde viven las historias. Descúbrelo ahora