sochi; race

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| quiero que me trates suavemente

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| quiero que me trates suavemente

Apenas soltó el vaso recién había vaciado, Isabella entendió que era una cuestión de tiempo. Que siempre lo había sido, que desde un primer momento habían estado jugando con la idea, aunque estuviera disfrazada de peleas y de enojos.

Charles, sin soltarle la mirada un segundo, se adelantó para cerrar el espacio entre ellos y coronar la noche con un beso brusco, que le hizo estremecer hasta la médula. Isabella enlazó los brazos en su cuello y permitió que el monegasco guiara. Charles, contento con su posición, no perdió tiempo: las manos se deslizaron hacia las piernas de la muchacha, acariciando en el camino cada lado de su cuerpo. En una maniobra rápida, el piloto la alzó y giró sobre sí mismo, sentándose y acomodándola entre sus piernas.

Isabella no tuvo tiempo de reaccionar porque los labios de él ya estaban sobre los de ella, las manos recorriéndole la cintura y la espalda.

Fue el sabor a vodka lo que la hizo despertar de ese estado de vuelo que estaba experimentando. La cabeza le empezó a dar vueltas, el alcohol se mezcló con las dudas, los labios de Charles con la conversación previa, las ganas de besarlo con una sensación extraña que le apretaba el pecho.

Isabella se separó, empujándolo ligeramente con una mano en el pecho. Abrir los ojos no le trajo la calma que esperaba: Charles la observaba con preocupación, los ojos expresando un "¿estás bien?" tácito. Una de sus manos le soltó la cintura, una sensación de decepción rápidamente salvada por la mano que ahora agarraba su cara.

Sintió el estomago dar un vuelco, sin poder explicar la razón. Isabella se puso de pie toscamente y corrió hacia el baño, el alcohol amenazando con salir del cuerpo. Adentro del pequeño cubículo, escuchó el corazón latirle en los oídos. Intentó estabilizarse aferrándose al lavabo y dejando correr el agua de la canilla, decidiendo si realmente se sentía mal o simplemente la situación había sido demasiado.

-Isa ¿estás bien?- escuchó dos golpecitos del otro lado de la puerta, la voz fuerte pero al mismo tiempo suave.  

-Necesito un momento- respondió ella cuando no podía prolongar mas el silencio.

-Dejame ayudarte- agregó de inmediato él. Sonaba a súplica...era una súplica. 

Con una última respiración profunda, Isabella se volvió para abrir la puerta. 

Charles estaba parado frente a ella, con los brazos a los costados, con el ceño fruncido de preocupación. Isabella solo pudo sentir tranquilidad. Confianza.

Todavía dubitativo, Charles dio un paso adelante, ayudándola a mantener el equilibro, dándole la seguridad de que estaba todo bien. 

La muchacha nunca esperó, si es que alguna vez fugazmente lo hubiera fantaseado, que un beso entre ellos fuera calmo, mucho menos tierno. Uno es como maneja, había oído alguna vez. Y Charles era la copia fiel de cómo manejaba: enérgico, hambriento, caos. En los challenge que hacían, en la forma que hablaba, en su vida cotidiana.

Pero ahora, allí estaban, parados en el umbral entre el baño y el pasillo, el monegasco abrazándola con ambas manos en la cintura.

Charles era preceptivo. E Isabella no entendía como nunca se había dado cuenta.

Esta vez, él esperó, con los ojos verdes brillando, con el pequeño espacio entre ellos haciéndose más denso y con la mirada comprensiva, diciéndole que él quería esto, que tenían tiempo.

Esta vez, fue Isabella la que avanzó. Con un beso despacio, la muchacha sintió la suavidad de sus labios, las manos recorriéndole el calor de su cara. Charles respondió envolviéndola en sus brazos, más cerca, mas fuerte.

Isabella se dejó llevar, vaciando su mente de pensamientos y guiándolo de espaldas a la privacidad del pequeño baño. Sin dejar de besarla, Charles cerró la puerta detrás de él, para apoyarse y traerla más cerca.

Isabella no pudo evitar soltar un fuerte suspiro al sentirlo entrar en clímax entre sus piernas, lo que lo hizo sonreír satisfecho en el beso. La muchacha sintió las manos abandonar su cintura y tomar ambos lados de su remera.

El brillo que le apareció en los ojos y la devoción expresada en su cara llenaron de calor cada parte del cuerpo de la muchacha. Charles posicionó una mano en su nuca para profundizar el beso, mientras que la otra se movió lentamente por su pecho hasta su vientre, deteniéndose en la cintura y jugando con el elástico del pantalón holgado.

Isabella lo tomó del cabello, dejando ver la necesidad por un contacto más estrecho.

-Charles...-suplicó en un suspiro mientras el monegasco dejaba un camino de besos por su cuello.

El piloto deslizó una mano dentro del pantalón, la frialdad del tacto lanzando un escalofrío por su cuerpo. Isabella dejó caer la cabeza para atrás, equilibrada por él, mientras Charles molestaba con la ropa interior.

Isabella quería gritar, quería decirle que se apure, que lo necesitaba, que todo ese juego se sentía demasiado bien. Como cada uno de los que habían jugado hasta ese momento, se sentían perfectos. Su mano estaba tan cerca, ella estaba tan cerca que simplemente bastaría un roce para hacerla sentir ese placer que la haría estremecer...

Cuando un celular sonó.

Porque entre ellos siempre había un celular que sonaba.

Más específicamente, el celular que Charles tenía en el bolsillo del pantalón. El tono de llamada los hizo volver a la realidad. Isabella dio un paso atrás, sintiendo en la piel la ausencia de la cercanía.

No tuvo que escuchar quien hablaba del otro lado de la línea. Un simple "merde" agitado de Charles le daba toda la confirmación necesaria.

Isabella no creía en las brujas, pero escuchar los "¿Qué estás haciendo, amor?" y "¿Cómo está el vuelo?" le hacía pensar que realmente existían.

Escuchó al monegasco dibujar un par de respuestas, intentando que no se notaran los nervios en la voz, acomodándose el pelo y la remera como si su novia pudiese verlo a través del audio.

No levantó la vista mientras Isabella se volvía a poner la remera ni dudó en moverse para dejar la salida del baño libre. La muchacha corrió a su asiento, con la decepción pesándole en el cuerpo y con un extraño nudo en la garganta.

Se apoyó de costado a la ventana y se tapó con una manta. Cerró los ojos y bloqueó de su mente las imágenes de hacía tan solo unos minutos.

Varias semanas había pensado que Ferrari era lo que se interponía entre todas las cosas que quería hacer ella. Quizás en parte lo era, porque después de todo, las obligaciones laborales existían. Las reglas de la empresa y las decisiones de sus jefes, también.

En ese momento, bajo la penumbra del baño y las luces fluorescentes del avión, la situación parecía arrojar otros resultados. 

Y si Charles había salido del baño, si Charles se había acercado a su asiento y la había mirado para chequear si estaba despierta, Isabella no pretendía tener idea.

Porque entre Charles y ella - allí, en Francia o hasta en la Polinesia- siempre, pero siempre, iba a estar Francesca. 

-

Hola!

Bueno, se que tardé mil años pero posta lo quería escribir lo mejor posible, así que espero que este a la altura de la expectativa

no se olviden de votar y de comentar 

y mi recomendación personal es que pongan de fondo la canción de soda de fondo pues...#soda, na pero me parecía que re va con el mood del cap, por lo menos hasta el final jajaja

les mando un beso grande ♥

red || charles leclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora