El "gran" Ijichi || IjichiIta

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Ambientado en el universo canónico de Jujutsu Kaisen.

OS de Ijichi Kiyotaka x Itadori Yuuji, si no te gusta esta pareja, abstenerse de leer, por favor.

Resumen: Yuuji es un rayo de sol, o más bien, el sol completo, iluminando cada lugar al que va y regalando calidez a toda persona que se acerca a él; sin embargo, el comportamiento que muestra a solas con Ijichi es un tanto diferente, no por el hecho de que no lo respete, claro que no; es sólo que es difícil para él tomarlo en serio, cuando ve la manera en la que todos los tratan.




– Ijichi, ¿dónde están? – La voz de Nanami se escucha en el teléfono puesto en altavoz, de Ijichi.

El mayor se hallaba conduciendo, con Yuuji sentado en los asientos traseros. Había una lluvia bastante espesa y fuerte que impedía que viera a la perfección el camino; sin embargo, era de suma importancia que llegaran a ese lugar, pues estábamos hablando de una maldición de categoría especial que debía ser combatida inmediatamente antes de que empezara a destruir propiedad privada y herir a alguien. – C-cerca. – Respondió con una voz un tanto temblorosa. Mentía, no estaban cerca, ni siquiera sabría dónde se hallaban si no fuera por el gps que cargaba consigo; la torrencial lluvia hacía de su labor una tarea muy difícil en ese momento; por otro lado, Yuuji simplemente se mantenía mirando hacia el exterior desde la ventana, nervioso, moviendo sus manos y entrelazando sus dedos.

– Está bien, regresen. – Nanami había sonado tranquilo, para lo que él esperaba. – La maldición ya fue retenida y exorcizada.

Ijichi suspiró dejando salir todo el aire que había retenido debido a su excesivo nerviosismo. Pudo ver a través del espejo que Yuuji lo miraba, con el rostro confundido, también había escuchado lo que Nanami había dicho. – De acuerdo, Nanami-san. Vamos de regreso. – Y finalmente, el rubio cortó la llamada.

Yuuji dejó sus manos quietas, y las colocó sobre sus muslos. Su expresión lucía un poco más tranquila pero un tanto decepcionada. Claro que le agradaba la idea de que esa maldición haya sido eliminada, pero, por otro lado, él recién había empezado a ser enviado a misiones en solitario, y mentiría si decía que no le gustaba esa sensación y ese reconocimiento.

– ¿Está todo bien, Itadori-kun?

El menor ladeó la cabeza, haciendo un pequeño puchero. – Sí, Ijichi-san. Es sólo que...- no importa. – Yuuji sintió que sería una tontería quejarse sobre algo como eso.

Ijichi asintió. – No creo que pueda seguir conduciendo con este clima. Tendré que estacionarme y esperaremos hasta que la lluvia pare, ¿está bien?

Yuuji alzó los hombros, con desinterés.

El pelinegro cambió su ruta, saliendo de la transitada autopista y estacionándose un poco lejos de ésta, junto a un gran árbol que protegía al vehículo de la lluvia, minimizando el ruido de la gotas que caían sobre el techo y las ventanas del auto. Y a pesar de que las ventanas se encontraban bastante empañadas por el vapor producido por la lluvia, Ijichi no creyó que fuera buena idea encender las luces.

– Nooooo. – Yuuji había dicho esto como un alarido de desespero.

Ijichi volteó a mirarlo, asustado e intrigado.

– Mi celular murió.

El pelinegro rió ante las palabras dichas. Itadori a pesar de ser bastante alegre y juguetón, era un adolescente como cualquier otro, obsesionado con la tecnología y todo lo referente a ella.

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