I'd fall for you || GoYuu

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Aprieta con un poco más de fuerza, el muñeco sobre su regazo. Son casi las siete de la noche, y Gojo-sensei no debe tardar en aparecer por la puerta, con su gran sonrisa y con la que alegría que lo caracteriza, y de la que siempre, consigue contagiarse.

Hace un poco menos de una semana, había dicho que hoy sería un día especial. No quiere realizar suposiciones acerca de qué es lo que podría suceder para que lo haga especial, pero por dentro, su corazón late con fuerza, al imaginar diversas situaciones y frases que anhela tanto oír.


Lleva viviendo más de seis meses en el sótano, siendo acompañado sólo por su profesor; sin embargo, aquello no es algo que le desagrade en absoluto. Al morir su abuelo, había quedado en completa soledad, y la presencia del albino había sido una gran ayuda para ello. Después de todo lo ocurrido, Satoru se había hecho cargo, y había prometido cuidarlo, y estaba bien, realmente, se sentía muy bien.


Al principio, quiso creer que todo se trataba de una loca fantasía suya, fabricada por su propia subconsciente, sin tomar en cuenta que, Satoru era la única persona con la que compartía pequeños momentos en los que no estaba solo. Pero, no fue él, ni sus pensamientos los que hicieron que su ilusión aumentara.

Sino que, fue el mismo Gojo el que dio el paso que marcó el inicio de una relación que parecía más romántica que parental.



Nunca antes lo había visto ebrio, es por eso que, aquel día en que los golpes sobre la puerta fueron extraños, salió bastante preocupado, primero retractándose un poco al creer que podía tratarse de un criminal, pero luego, temiendo porque algo malo haya podido ocurrirle al mayor.

Sin embargo, lo que vio sólo provocó que su expresión se tornara desconcertada. Satoru estaba sosteniéndose de manera torpe de las paredes, intentando mantenerse de pie; sus mechones de cabello blanco, estaban desordenados, y su rostro, aún conservando su gran atractivo, lucía casi ido, con sus ojos entrecerrándose por ratos, sus mejillas demasiado sonrojadas, y sus labios entreabiertos.

– Sensei. – Habló en un susurro, sin saber que esperar del hombre.

No hubo respuesta, sólo aquellos dos ojos celestes subiendo y entrelazándose con los suyos. Luego, una sonrisa boba, y dejó de sostenerse de la pared para lanzarse a sus brazos.

– ¡Ah! – Su fuerza fue realmente una ayuda, ya que además del gran tamaño del albino, el que hecho de que esté casi inconsciente hacía más pesado su cuerpo. – S-sensei, ¿qué pasó?

Lo tomó entre sus manos, de manera delicada y atenta, pasando uno de sus brazos, por sus hombros, y entraron al sótano, que, a pesar de no ser el lugar más cómodo, era mucho mejor comparado con el lugar dónde se encontraba.

No quiso preguntar algo más, porque sabía que en el estado en que se hallaba no recibiría una respuesta. Había un fuerte olor a licor desprendiéndose del albino, que se mezclaba junto con su aroma natural, y envolvía toda la sala.


Dejó su cuerpo recostado sobre el sillón rojo de cuero, y fue hacia la cocina. Una pequeña sonrisa se había formado en sus labios, y no entendía el por qué. Tal vez era la manera en que Satoru se comportaba, o como lucía, pero era agradable conocer otra faceta del hombre.

Tomó uno de los vasos y lo llenó de agua. Sabía que sería mucho mejor café, pero también sabía cuando lo detestaba el albino.

– Sensei, beba un poco de agua, ¿sí? – Acercó con cuidado el vaso a sus labios. – No puede ir a casa en ese estado.

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