𝐗𝐗𝐗𝐈𝐈𝐈

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Aslan se encargó de que los cuerpos de Jadis y el pobre cuerpo de Tala corrompido por la Saya desaparecieran de la faz de la tierra, Eiden no tuvo un cuerpo que enterrar ni al cual poder llorarle – Ya no era ella – me había dicho en apariencia tranquila, pero yo sabía que no era asi, sabía que en el fondo lloraba al cielo y no a la tierra debajo del árbol en donde se había honrado a su hermana, sabía que envidiaba en secreto el funeral de Einar. Fue en aquella nueva mesa de piedra donde pude darle un último adiós a todo lo físico que nos quedaba de mi hermano y que Aslan hizo desaparecer en minúsculas partículas doradas dando la apariencia de fuego. La noche que llegamos al castillo después de eso, el fuego de la chimenea nos acogió y nos abrazó con su calidez y podría haber jurado que escuche su risa en el crujir de las brasas.

La coronación de Eiden como el rey del Reino Profundo fue lunas después.

Ambos sabíamos que él nunca había querido el peso de la corona sobre su cabeza, pero era algo que debí hacer asi que ese día lo vi portándola con orgullo y la cabeza en alto - ¿Estarás bien? – le pregunte antes de subir al caballo para irme, el me dedico una suave sonrisa y asintió – Lo estaré – prometió antes de darme lo que tal vez seria nuestro último abrazo. Reino Profundo había llegado a la conclusión que debían reponerse de la tragedia y por mucho que Caspian había insistido en otorgar cualquier clase de ayuda, tanto Eiden como los sabios que habían sobrevivido dijeron firmemente que su reino debía valerse por sí mismo; no cortarían conexiones superficiales con las demás tierras, sin embargo cerrarían su entrada hasta que el tronco de su reino volviera a estar fuerte y firme como roble – Prométeme que visitaras su árbol – dijo mientras me acomodaba en la montura refiriéndose al árbol de nuestro Baco, yo asentí y me apresure a alcanzar a los demás. Di una última mirada antes de ver su cabellera pelirroja desaparecer entre la espesura de los árboles.

Todos guardaban silencio; las palabras de Aslan habían sido firmes Quien lo quiera se podrá quedar, sin embargo, será imposible su regreso a su tierra. A la vez que quien se vaya tendrá que ser consciente que ya no volverá jamás

- ¿Nos podrían dejar un momento? – pidió Susan mientras se levantaba y nos daba la espalda, todos asentimos y salimos a las escaleras dejando a los Pevensie y a Eustace en el salón. No podía apartar la vista del collar que emitía un brillo verde a la vez que el nudo de mi estomago se apretaba cada vez más – Pase lo que pase aquí estaré para ti – me susurro Este ten bajo que apenas pude oírlo, yo solo asentí y me aferre a su brazo. los minutos se hicieron horas hasta que por fin abrieron la puerta para darnos su decisión

- Primero les queremos agradecer, ustedes son nuestra familia y las personas a las cuales más amamos – dijo Peter. Me sentía tan nerviosa que ni siquiera podía voltear a ver a Edmund y enfocaba mi mirada en las llamas, sentí el ardor recorrer mis brazos en una sensación de arrullo como si fuera Einar diciéndome que él también estaba aquí para apoyarme

- Hemos llegado a la conclusión que era muy injusto tomar una decisión grupal asi que cada uno tiene su decisión final – le siguió Susan con voz quebrada

- Yo me quedaré – se adelantó a decir Edmund. Toda la tensión que se había acumulado en mi cuerpo se evaporo en un instante, me levante de golpe y corrí a abrazarlo, sus brazos me recibieron con una calidez que me hacía sentir segura, los demás también se acercaron con palabras de alegría, a los minutos el pidió silencio y le hizo una seña a Lucy para que lo acompañara al centro del círculo que se había formado, la pequeña apenas podía contener una sonrisa llena de lágrimas – Yo también he decidido quedarme – pronuncio antes de romper en lágrimas mientras todos la abrazábamos y alentábamos. Al poco rato nuestra atención se centró en los mayores – Siempre estarán conmigo y jamás, jamás olvidare a todos y cada uno de ustedes, pero está ya no es la vida que quiero. Yo me iré – Susan sonaba apenada y no dudamos en acercarnos a ella, prometiéndole que todo estaba bien y recordándole que ella siempre sería una reina de Narnia y que nada ni nadie podía cambiarlo – Yo también me iré – la voz de Eustace me hizo voltear de inmediato; me acerque a él con lágrimas en los ojos – Aun hay tantas cosas que me gustaría enseñarte – mi murmuro se cortaba entre las palabras – Me has enseñado más que cualquier libro o persona y siempre estaré más que agradecido por ello pero aún hay mucho que quiero vivir allá – me sonrió mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, lo abrace sin dudar – Nunca dudes de tus fortalezas, eres realmente fuerte. Jamás tengas miedo de vivir – le susurre antes de separarme de él y volver a un lado de Edmund; Ed entrelazo sus dedos con los míos y apretó mi mano de forma reconfortante. Solo quedaba Peter, el chico se acercó a mí y puso su pesada mano en mi hombro – Promete que los cuidarás por mi ¿está bien? – me pidió en una triste sonrisa, apenas pude encontrar voz para que un – Siempre – brotara de mis labios y tomaba su mano aun en mi hombro; por algún motivo saber que lo volvería a perder me rompía más que la primera vez que ocurrió y no fue hasta que lo volví a ver que supe el por qué, por que veía en él los mismos ojos azules que veía en mi Einar y ahora ese azul se desvanecería y no lo podría encontrar en ninguna otra parte.

𝗟𝗔𝗭𝗢𝗦/ La silla de plata, el terrano y las coronas de antaño (LCDN #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora