Día 30. Primera vez.

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El día había transcurrido como de costumbre, me desperté antes del amanecer y caminé desde mi casa en la aldea de los vencedores a la pradera, me adentré en el bosque y me dediqué de lleno a cazar, pescar y recolectar, era primavera, por lo que la caza había sido abundante, los peces eran numerosos y las hortalizas exuberantes. 

Seguía sin ser necesario para mi cazar, ya no y con un poco de suerte no volvería a serlo, pero disfrutaba salir de vez en cuando, a Peeta y a mi nos gustaban más la carne fresca de la caza que de la carnicería. Además, intercambió todo con aquellos del distrito que había decidido quedarse, a todos les había hecho bien regresar a lo conocido después de todo lo que había pasado y por fin luego de meses de concluida la reconstrucción del distrito las cosas estaban tomando rumbo, como si por fin la gente se adecuara a sus nuevas vidas. 

Cuando regresé a casa ya iba a ser el medio día, llevaba leche y queso de cabra, y las fresas que tanto le gustaban a Peeta. El rubio se encontraba en la cocina, estaba de espaldas a la puerta por lo que no me vio llegar, había preparado mis bollos favoritos y un plato con huevos y jamón me esperaba, como siempre que iba a cazar, Peeta me recibía con el almuerzo.

— Te traje fresas. — Me anuncio, el rubio volteo con una sonrisa en el rostro, tomo la bolsa de cuero que le ofrecía y me beso castamente. 

Aún era un poco raro para ambos, yo, que nunca tuve muchas muestras de afecto para nadie que no fuera Prim y él que aún tenía temporadas en las que se aferraba a una silla por un flashback o momentos donde le costaba distinguir la realidad de la ficción. 

Sin embargo, ambos habíamos decidido intentarlo, o por fin me di la oportunidad de dejarme sentir lo que Peeta provocaba en mí. Así que vivimos juntos en la casa que antes compartía con mi madre y Prim, tenemos un hermoso jardín con prímulas y convivimos juntos tanto como nos es posible, es... agradable, Peeta siempre ha sido alguien con carisma y mucho tema de conversación, además, hemos pasado horas con el proyecto del libro, lo que nos ha unido aún más. 

Con ninguna intención de arruinar lo más bello que me queda en la vida, le sonrió a Peeta y me siento a almorzar junto a él, platicamos respecto a la idea de comprar una cabra y quien será el siguiente en revisar que Haymitch siguiera respirando, tratando de convencerlo que era una muy mala idea criar gansos, barajeamos la posibilidad de esconder los gansos en el caso de que los consiguiera mientras trabajábamos un rato en el jardín, y hablamos de que más podíamos agregar al libro y la última carta que había enviado Annie mientras preparamos la cena. 

Al final del día ambos nos dirigimos al piso de arriba, a nuestra habitación, ambos dormíamos mucho mejor juntos que separados, aunque yo sabía que no era por necesidad que compartía cama con Peeta. 

Sé que es por hambre, soy experta en ese tema y reconozco muchos tipos de hambre, pero el hambre que me hace sentir Peeta cuando me besa y me abraza es una que casi no he sentido; una que sentí una noche en una cueva o en una playa, que comenzó a sentir con más frecuencia con el pasar de los de los días y nuestra convivencia, sé que ahí está, nunca se marcha y se vuelva más fuerte.

Esa gran hambre que siento por Peeta y sé, él también siente, que ambos tenemos miedo de saciar inseguros de lo que podría pasar o de lo que deberíamos hacer, pero esta noche me siento valiente y con más hambre de la que he sentido en toda mi vida; siempre he sido una sobreviviente, una que sabe cuándo tiene que saciar el hambre y cómo hacerlo.

Así que esta noche cuando Peeta me besa, no permito que lo acorte, al contrario, profundizo el beso, me permitió experimentar y dejarme llevar. Siento que él está inseguro, lo he tomado por sorpresa, pero al cabo de unos pocos segundos se recompone y sigue el beso.

Nos hemos besado tantas veces a largo de nuestra vida, besos castos y dulces, falsos y amargos, llenos de esperanza o desesperación y besos como este, especiales, profundos, que te roban el aliento y te hacen querer más y más, te hacen sentir insaciable, como una sed imposible de terminar.

Peeta acaricia mi cabello, lleva una de sus manos a mí nunca, el beso se profundiza y sé que probablemente es momento de parar, pero esta noche no quiero parar, seguimos besándonos por lo que parecieron horas, en algún punto deje que Peeta me recostara sobre la cama y él estaba casi encima mío, con sus manos apoyadas en el colchón y yo solo sé que lo quiera más cerca, que estoy lista y no lo quiero dejar ir.

Así que lo atraigo hacia mí, con mis manos alrededor de su cuello y mis piernas alrededor de su cadera, Peeta entiende que quiero hacer o al menos eso creo, porque ha bajado más y abandono mis labios para dejar castos besos en mi cuello, suelto un suspiro porque se siente bien, pero no son solo las sensaciones físicas, me siento más cerca de Peeta que nunca.

No importa nada más, solo somos Peeta y yo. No hay prisa, así que me dedico a acariciar cada parte de él que puedo encontrar y él hace lo mismo, nos exploramos mutuamente por encima de la ropa, suspiramos y reímos por momentos. 

Deseo más y decido quitar su camisa, desnudarle, Peeta lo permite, así como yo permito que él me desnude a mí.

Es extraño y somos algo torpes en eso, pero da igual, porque Peeta me ve con sus ojos azules, llenos de amor, cariño y deseo, la convicción de que hacer esto está bien se vuelve más fuerte en mi cabeza.

Cada parte de toda la velada es dulce, pero lo que más adoro es el cariño que está impreso en cada caricia, en cada gesto, en cada suspiro en el que dice mi nombre mientras entra en mí. Cada parte de lo que hacemos me hizo reafirmar que no habría sido más feliz sin él a mi lado.

Dormimos bastante tarde, desnudos y abrazados, entregados el uno al otro en cuerpo y alma. Y suena muy cursi, en especial para mí y por un segundo una parte de mi puede llegar a arrepentirse de todo lo que pensé mientras hacíamos el amor, pero Peeta, mi chico del pan, me despierta por la mañana con bollos de queso recién horneados, con una gran sonrisa en su rostro y sé que todo estará bien, que aún hay belleza en el mundo y Peeta forma parte de esta belleza.

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Por lo general no soy muy adepta a los fics de los juegos del hambre, pero estaba viendo la peli y simplemente la idea no abandono mi mente.

En otras noticias, ¡Ya nada más falta un día! Que emoción!!!

Besos, se les quiere.

Fluff-tober 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora