Día 19. Compartir hobbies.

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Ron y Hermione no tenían mucho en común, no gustaban de las mismas cosas y la mayor parte del tiempo se la pasaban discutiendo. Si Hermione prefería pasar un día entero en la biblioteca, leyendo sin cansancio, enterrada en montañas de libros viejos y pergamino gastado, Ron prefería pasarlo su día al aire libre, jugando Quidditch o alguna partida de ajedrez mágico.

Ron gustaban de los ambientes ruidosos y desordenados, Y si bien Hermione no era muy adepta al orden, prefería pasar sus días en la tranquilidad y el silencio.

Pesa las grandes diferencias, ambos habían sido amigos por muchos años y habían estado enamorados el uno del otro más de la mitad de ese tiempo, por lo que decidieron hacer un lado esas diferencias y explorar las similitudes entre ambos, para hacer que su relación funcionase.

Llevaban casados más de 20 años y el secreto del éxito de su matrimonio había sido todas esas noches de viernes; al menos una vez cada mes salían juntos como pareja, aunque ya eran padres y tenían amigos y responsabilidades, su viernes de cada mes nunca fue pospuesto ni una sola vez.

A veces iban al cine, Ron estaba tan maravillado como su padre de los artefactos muggles cuando se trataba de un cine y no le importaba que película ver por lo que Hermione podía escoger el cine artístico o alternativo que era extraño incluso para un muggle y Ron siempre saldría satisfecho de la sala de cine.

A veces iban al museo de la guerra y Ron se divertía explicando cuál estrategia habría sido mejor o la que él habría usado para un mejor resultado, Hermione lo escuchaba atentamente, aunque no era su tema favorito de los museos, amaba ver los ojos de Ron brillando de emoción mientras explicaba una estrategia casi sacada de un juego de ajedrez, que él habría ejecutado en una guerra civil de los 1800.

A veces simplemente se quedaban en casa, le encargaban los niños a Molly y juntos (aunque principalmente Ron) preparaban una cena romántica, bebían vino y hablaban de todo y nada. Por lo general, Ron escuchaba a Hermione quejarse de la gente de su trabajo y como algunas legislaciones eran tan difíciles de proponer, amada lo apasionada que se veía la castaña hablando de su trabajo, viéndola capaz de hacer cualquier cosa que ella se propusiera y sintiéndose afortunado de estar a su lado.

Pero pronto habían descubierto, que lo que más adoraban hacer juntos era ir a patinar.

Habían descubierto un local de patinaje muggle en algún lugar cerca de Londres, Hermione le había explicado a Ron que una vez fue a un lugar como ese cuando era pequeña, Ron dijo que no debería ser más difícil que montar un dragón y ambos rieron.

Rentaron unos patines y entraron, se cayeron muchas veces, pero siempre se ayudaron el uno al otro a levantarse, de forma muy torpe, ambos comenzaron a aprender a patinar; muchas veces simplemente iban y daban vueltas, agarrados de la mano, platicando entre ellos y bromeando con quién sería el primero en caer de espaldas y llevarse al otro junto con él.

Era algo totalmente suyo, ni Harry ni el resto sus amigos sabían a dónde iban su viernes de cada mes.

Ambos sabían que lo que importaba no eran sus diferencias, ni las incontables cosas que a veces no soportaban del otro, lo importante era que se amaban y que compartían muchas cosas en común, muchas más que sus diferencias. 

Y aún sí no pudieran compartir nada más que su amor, bueno, eso tendría que ser más que suficiente.

Fluff-tober 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora