Prólogo

137 15 7
                                    



Los Mamodos, unos seres de otro mundo.

Por Juan Peña.

El término mamodo se encuentra por primera vez en unos textos japoneses de la era Heian, alrededor del año mil de nuestro calendario. Se refieren a ellos como «mamono», del japonés [魔物], que literalmente significa "ser mágico". Enseguida se los catalogó junto con los oni [鬼], lo que hizo que la cultura occidental los empezara a denominar «demonios», aunque estos seres difieran mucho del concepto cristiano que tenemos de estos últimos.

Los mamodos, como ya he dicho, son seres que poseen magia. Cada uno de ellos está dotado de poderes propios y característicos. Estos poderes son heredados de padres a hijos o de madres a hijas. Esta herencia no es obligada, pero sí es tradicional hacerlo así. Pocas veces se ve el caso de que el padre dote de magia a la hija o de que sea la madre la que se los entregue al hijo. Los niños no desarrollan la magia de manera inmediata, deben estudiar para comprenderla y dominarla porque cuando se hacen adultos, emerge con todo su potencial y puede resultar muy peligrosa.

La magia la manifiestan a través de conjuros. Hay de varios tipos: de ataque, de defensa, para aumentar las cualidades del mamodo, para sanar... Y, dentro de cada tipo, hay niveles. Se catalogan de la siguiente manera de menor a mayor poder: sencillo, Gigano, Dioga, Oruga, Ion, Baberuga. Al llegar a la edad adulta, desarrollan los poderes «Shin», que son una versión mejorada de los anteriores.

Presentan físicos de lo más diverso. Suelen tener los dientes y las uñas afilados y cuernos que coronan sus cabezas, pero estos últimos, a menudo, los ocultan con el pelo o con algún complemento. Aun así, su aspecto es muy versátil: muchos de ellos son humanoides y la mayoría de los que no lo son pueden cambiar de aspecto para asimilarse a los humanos. Los tamaños también varían: desde grandes como un edificio de varias plantas hasta diminutos como un chihuahua. Son muy atléticos y cuentan con una fuerza y una resistencia descomunales. Pero a pesar de su aterrador aspecto, son poco violentos en su día a día.

Son seres sexuados. Hay mamodos machos y mamodos hembras. A pesar de su más que veleidosa fisionomía, todos ellos se reproducen de la misma manera: son vivíparos. Presentan una nutrición omnívora y son muy voraces aunque, de forma excepcional, podemos encontrar razas herbívoras o carnívoras. No necesitan descansar tanto como los seres humanos y tienen los sentidos más desarrollados que nosotros.

Los mamodos son sedentarios y familiares. Son monógamos y cuidan a sus vástagos hasta que alcanzan la edad adulta. Cada familia suele tener uno o dos hijos. Son seres muy longevos. La media de vida está alrededor de los dos mil años, pero se conocen casos en los que han llegado a superar los dos mil cuatrocientos años. Envejecen a una velocidad aproximada de veinticuatro veces inferior a la del ser humano. Dejan de ser considerados bebés a los cincuenta años, llegan a la adolescencia a los trescientos cincuenta años, son adultos a los quinientos años y se consideran ancianos a partir de los mil ochocientos años.

De niños, los mamodos asisten a la escuela. Cada curso escolar dura veinticuatro años y aprenden tanto conocimientos básicos como a controlar su magia.

Al llegar a adultos, desarrollan una profesión que suele estar ligada a sus poderes. Viven en un régimen monárquico absolutista con una economía capitalista. Los mamodos son seres artesanos, no han desarrollado industria, aunque algunas tribus utilizan una tecnología algo diferente y más avanzada que la nuestra. Obtienen la energía de la magia con la que conviven.

Viven en Makai, un mundo paralelo separado del nuestro por una barrera de magia blanca. Cada mil años, se abre un portal para que cien de sus niños puedan visitar nuestro mundo y así competir en lo que ellos llaman «El Combate por el Trono». Este combate consiste en luchar entre ellos hasta que solo quede uno, el cual se transforma, automáticamente, en el Rey de los Mamodos durante los siguientes mil años. Cada niño, de esos cien seleccionados, es obsequiado con un libro que actúa como llave para abrir el portal y para que el participante pueda pasar al otro lado. En ese libro se almacena la magia del mamodo.

Así como en el mundo de los mamodos se seleccionan cien niños para luchar, en el mundo humano también se seleccionan cien humanos para combatir junto a estos niños. Los mamodos son elegidos por su fuerza, solo van los más poderosos. En cambio, no se sigue el mismo criterio para escoger a los humanos. No se sabe cuál es, y el que escribe se niega a pensar que sea solo por puro azar.

Al llegar a nuestro mundo, lo primero que deben hacer estos niños es encontrar a su compañero porque sin él no podrán utilizar su magia. El humano seleccionado para cada mamodo será la única persona en todo el mundo capaz de leer los conjuros y, por tanto, la única capaz de activar los poderes del mamodo.

Cuando los mamodos se enfrentan entre ellos, ayudados por sus compañeros, la única regla es que no hay reglas. Las batallas pueden ser muy cruentas y los más competitivos no dudan en causar daños graves, o incluso la muerte, a sus adversarios. Cuando el libro de un mamodo se quema, vuelve inmediatamente a su mundo y deja el combate.

Aunque el Combate por el Trono es muy competitivo, una vez acaba, los mamodos aceptan al nuevo rey y no se guardan rencor entre ellos. Para que esto suceda, cuando termina la lucha, celebran «La Fiesta de la Reconciliación» donde vencedores y vencidos se reúnen para perdonar las afrentas y empezar de cero. Son un pueblo pacífico que admite las leyes que dicta su gobernante y en muy pocas ocasiones ha habido conflictos bélicos.

Pocos humanos podemos presenciar el cambio de los milenios y los que lo hacemos somos testigos de un acontecimiento aún más inusual: la visita de los mamodos.

The Prettiest StarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora