Capítulo 20: Miradla brillar

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Lucky se tira al suelo delante de su libro con lágrimas en los ojos. Le da manotazos al fuego para intentar apagarlo, pero no lo consigue. Juan se arrodilla junto a ella y la separa del libro.

—Para, Lucky. Te vas a hacer daño.

—No me quiero ir —llora.

—No quiero que te vayas. —Juan también está llorando y la abraza con fuerza.

Lucky se separa de su abrazo y lo mira a los ojos.

—Tienes que construir una piscina muy profunda y muy larga. Que recorra toda la costa —le ordena muy seria.

—¿Para qué? —pregunta confuso.

—Para que cuando se derritan los casquetes polares, el agua entre ahí y se salve tu casa.

Juan suelta una carcajada entre las lágrimas.

—¿Es que hasta en los momentos más tristes me tienes que hacer reír? —le pregunta mientras la abraza de nuevo—. Te voy a echar de menos, pequeña. Voy a notar la casa muy vacía sin ti.

—Con lo diminuta que es... seguro que te molestaba todo el tiempo.

La saca de su abrazo y la agarra fuerte de los bíceps.

—¡Nunca me has molestado! ¡Nunca! No pienses que eras un estorbo, ¿me oyes? —Juan la mira con los ojos llenos de lágrimas y le aprieta con fuerza los brazos.

—Por muy fuerte que me retengas, no puedes impedir que me vaya.

—Ya lo sé —las lágrimas caen por sus mejillas—, pero no puedo evitarlo.

—Muchas gracias, Juan, por todo. Por dejar que me quedara en tu casa, por ayudarme en los combates, por llevarme a Francia...

—Por hacerte tortilla...

Lucky se ríe entre lágrimas y repite:

—Por hacerme tortilla.

Juan la atrae hacia él y la abraza con fuerza de nuevo. Siente tanta tristeza que no puede dejar de llorar.

—Gracias a ti por aparecer en mi vida. Nunca te olvidaré.

—Ni yo a ti. Otra cosa de la que no te debes olvidar es de darles un par de milloncejos de los que han sobrado a Isaac y a Germán —le pide sin soltarse—. Siempre me han tratado muy bien y animan a todo el mundo. Brindad en mi honor.

—Lo haré, no te preocupes.

—No le digas a Brago que le arranque la cabeza a Sofis, que es capaz de hacerlo —le pide preocupada.

—Es capaz de arrancármela a mí por no haber protegido tu libro —susurra su compañero.

Lucky se separa un poco para mirarle a los ojos.

—No le tengas miedo. Nunca te hará daño. Pero Sofis sí que va a tener motivos para temerle.

—Ya le tiene miedo. ¿No has visto cómo le ha cambiado la cara cuando le has dicho que es tu novio? Se ha puesto a temblar aterrado. Por eso se ha ido corriendo. Ojalá te hubieras quedado con Brago. Te habría protegido mejor que yo —se lamenta Juan agachando la cabeza.

—¡No digas eso! Has sido el mejor compañero que podía tener. Si me han quemado el libro es porque no he sido capaz de centrarme y mejorar lo suficiente como para desarrollar un Midoba en condiciones capaz de manipular a un mamodo —se queja Lucky.

—Ahora ya no tiene sentido reprocharse nada. Estoy muy orgulloso de ti. Que hayas antepuesto la felicidad de esa chica por encima de la tuya ha sido muy noble.

—Lo que más lamento es no poder verte más. Si pudiéramos seguir en contacto...

—¿No hay ninguna manera? —pregunta Juan esperanzado.

—Sé que después del anterior combate los mamodos obtuvieron ayuda de sus compañeros para protegerse de un ataque a nuestro mundo pero, una vez terminó, no se volvieron a ver.

—Siempre estaré dispuesto a ayudarte. Hasta cuando sea un anciano octogenario —le asegura el humano.

—Juan, nunca te olvidaré. Aunque viva dos mil quinientos años, siempre serás una de las personas más importantes de mi vida. No podría haber soñado con un compañero mejor.

—Me alegro de haber sido elegido para acompañarte en esta aventura, aunque nunca pueda saber por qué fui yo y no otra persona.

—Nadie sabe qué criterio utilizan para asignaros. Hay veces que los compañeros son mentores, como le pasó a mi madre y me ha pasado a mí. Otras veces son personas afines o personas que han pasado por las mismas experiencias que el mamodo.

—Como les ha pasado a Brago y a Sherry. Ambos han tenido una infancia difícil —comenta Juan—. No crees que sea cosa del azar, ¿verdad?

—No lo sé. Porque ves casos como el de Sofis y... no sé qué pensar. ¿Por qué habrán asignado a una chica tan buena para luchar con un desgraciado como Sofis? —se pregunta levantando las cejas.

—¿Quién nos asigna?

Lucky se queda pensativa un rato.

—Supongo que las Diosas Yar y Koh, pero nadie lo sabe con seguridad. Todo lo referente al combate está lleno de misterios. Nadie sabe de dónde salen los libros. Nunca me interesé ni quise formar parte de él y, ahora, no quiero marcharme, ¿no te parece absurdo? —le comenta Lucky levantando una ceja.

—¿Qué va a ser de ti ahora? ¿Vuelves a casa?

—Nuestro mundo está paralizado. No sé si están dormidos o cómo, pero hasta que el combate termine, no podré estar con mi familia. Ojalá pudiéramos quedarnos con nuestros compañeros mientras dura el trance. No es que quiera ser reina, solo quiero quedarme más tiempo a tu lado.

—Y yo también quiero estar contigo. Hemos compartido pocos meses, pero no concibo la vida sin ti. Te quiero mucho, pequeña. Ojalá seas muy feliz cuando el combate termine y vuelvas con los tuyos —le desea Juan con una sonrisa llena de tristeza.

—Seguro que sí. Tengo la suerte en mi mano —se ríe entre lágrimas—. Espero que alcances el éxito que te mereces y que encuentres a alguien con quien compartirlo.

—Alguien habrá por ahí, ya la encontraré.

Lucky empieza a desaparecer. Cuando se da cuenta, se quita la diadema y la deja en el suelo. Por primera vez, Juan puede ver que tiene unos pequeños cuernos que asoman por su pelo.

—Tengo miedo, Juan. No sé qué va a ser de mí ahora que me voy. No me dejes sola. Abrázame fuerte. —A Lucky ya no le queda mucho tiempo.

Juan la vuelve a abrazar aún con más fuerza. Él también está aterrado ante la incertidumbre del destino de la chica. La quiere retener a toda costa. No puede soportar la tristeza que crece en su interior. Entre lágrimas le canta:

—«Mi buena estrella no se apaga más. Me voy con ella hasta el final». —De pronto está solo, de rodillas, abrazándose a sí mismo—. «Miradla brillar» (1) —acaba de cantar.

A su lado está la diadema de Lucky con una inscripción en el reverso que dice:

«You and I will rise up all the way». (2)


(1) Fragmento de la canción «Mi Buena Estrella» de Gabinete Caligari.

(2) «Tú y yo ascenderemos el camino». Fragmento de la canción «The Prettiest Star» de David Bowie.

The Prettiest StarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora