Capítulo 8: Fiesta Sorpresa

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Juan se despierta como cada mañana a las siete y media, pero esa mañana es especial, y no solo porque sea el cumpleaños de su sobrina. Hoy presiente que algo va a pasar.

Entra en la cocina y prepara el café. Mientras espera que hierva el agua, se asea y se viste. Durante la ducha no deja de pensar en el mar, en cómo le gusta nadar entre las olas. La sensación de suavidad de la arena en la planta de los pies acude a su mente mientras se afeita. Se mira en el espejo y comprueba que no se ha dejado ningún atisbo de vello. Es un chico alto de casi veintiocho años, rubio oscuro y con los ojos azules.

Aún a medio vestir, no puede soportarlo más y entra en el despacho. Descuelga el teléfono y marca el número de su hermana mayor.

—Claudia, soy yo. Verás, ¿qué te parece que celebremos el cumpleaños en la playa?... Sí, ya sé que es invierno, ¿pero has visto el día que hace?... ¿Qué más dará que sea jueves?... Lo íbamos a celebrar igualmente... No, no me estoy poniendo borrico... Mira, cuando David cierre la ferretería, montamos una cesta de picnic, compramos una tarta y hacemos una merienda-cena en la playa. ¿No te parece un buen plan?... Bueno, pues solo una merienda... ¡Qué importa si nos llenamos de arena! A Ana le encanta jugar a hacer castillos... Vale, pregúntale a David. —Claudia tarda unos minutos en regresar a la conversación porque se va a preguntar a su marido—. Sí, sigo aquí... ¿Después de comer? ¡Perfecto!... Sí, ya sé que la niña hace siesta... ¿Liado? Bueno, un poco. Hoy tengo que ir a la hemeroteca y he quedado con Germán... Sí, para lo del viaje a Groenlandia... ¡Qué va a ser peligroso!... Vale, entonces nos vemos a las cuatro. Os recojo en casa y vamos dando un paseo. Dale un besazo a la cumpleañera cuando se despierte. Os quiero.

Termina de vestirse y entra en la cocina a desayunar. Se sirve el café. Huele a mar.

«¿Qué narices me pasa hoy con la playa?», se pregunta extrañado.

Coge la taza y se asoma a la ventana del salón. Desde ahí puede ver entre los edificios la línea del horizonte. Al ver la línea azul, un impulso le pide que salga corriendo hacia la playa, pero Juan decide ignorarlo y vuelve a la cocina. Se acaba el café. Mira a su alrededor mientras piensa si le apetece desayunar algo más. Tiene un nudo en el estómago. Nota mariposas revoloteando en su interior.

«¿Qué me pasa hoy?», piensa.

Se lava los dientes y la mano le tiembla mientras sujeta el cepillo. Se enjuaga, se peina y sale de casa.

Llama al ascensor, pero la impaciencia le puede y baja las escaleras corriendo. Sale a la calle. Cierra los ojos. Respira hondo. Retiene el aire. Huele a mar. Lo expulsa despacio. Abre los ojos y se encamina hacia la biblioteca.

Va a la sección de la hemeroteca, pero apenas puede concentrarse. Algo está desviando su atención, y lo peor de todo es que no sabe qué es. Se pasa media mañana revisando periódicos. Busca noticias sobre el efecto del cambio climático sobre los casquetes polares, pero no se entera de nada de lo que lee, sigue demasiado distraído. Se hace la hora de su cita con Germán y se encamina a la salida.

Pasa por la sección de literatura infantil y sus pasos le llevan a la estantería de los cómics. Sin saber por qué, alarga la mano y toma un cómic de Spiderman. En la portada, la gata negra desafía al superhéroe de manera juguetona para que caiga en sus trampas. Recuerda que leía esos mismos cómics de niño. Lo mucho que le gustaba el personaje de la villana con poderes de mala suerte que se enamora del hombre araña. Después de estar un rato hojeando el cómic embobado, se da cuenta de que va a llegar tarde a su cita. Sale de la biblioteca y se encamina al bar de un amigo donde han quedado para hablar de su futuro viaje a Groenlandia.

The Prettiest StarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora