Capítulo 17: Mamodos

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Al llegar a casa, Juan abre el buzón y lo vacía. Estaba lleno hasta los topes.

«Facturas, publicidad, cartas del banco, publicidad, más publicidad... ¡Qué asco de correo! No hace tanto aún se recibían cartas y tarjetas postales. Ahora, solo publicidad», piensa.

Entran en el apartamento.

«¡Qué pequeño me parece! Nos acostumbramos demasiado rápido a lo bueno. Y la mansión de Sherry era espectacular».

Deja la maleta en la habitación y va al despacho donde coloca la bolsa del ordenador en la mesa. La luz del contestador del teléfono parpadea. Lo descuelga y aprieta el botón para oír los mensajes:

—Tiene... 3... mensajes nuevos. Mensaje número uno... «Este es un mensaje para el señor Juan Peña. Le llamamos de National Geographic para confirmar la reunión del día diecisiete de abril a las diez de la mañana en el hotel Reina Victoria. Nuestras expectativas, en lo que respecta a su artículo, son muy altas. Saludos y que pase un buen día». Si quiere volver a oír el mensaje... —Pulsa el dial y pasa al siguiente mensaje—. Mensaje número 2... «Juan, me acaban de llamar del National. —La voz de Germán suena en el auricular—. ¡Que quieren mi foto del alud como portada! Ya puedes dejar el artículo niquelao que nos jugamos mucho los dos. Nano, nano, nano. ¡Mi foto de portada! Llámame cuando llegues de Francia. Que ya me explicarás qué carajo has ido a hacer allí con la que está cayendo. Llámame. Y escribe. Por tu madre, escribe el artículo de tu vida». —Pulsa el dial antes de que la máquina empiece a hablar. —Mensaje número tres... «Juan, cariño, soy Claudia. Llámame cuando vuelvas de tu viaje, que tu sobrina te echa mucho de menos. Un beso». —Pulsa el dial—. No tiene más mensajes.

«Ya los llamaré luego», piensa y cuelga el teléfono.

Va a la cocina. Llena la cafetera y la pone en marcha. Se dirige al comedor y ve a Lucky asomada a la ventana.

—Echas de menos los Alpes, ¿verdad? —Lucky se gira y no le sorprende que tenga las mejillas mojadas.

—Anda, ven aquí —abre los brazos con una sonrisa.

Lucky se acerca y se abrazan con fuerza.

—Sólo serán unas semanas —intenta consolarla—. En cuanto acabe el artículo, volveremos a estar con ellos. El olor a café empieza a llegar al salón—. Voy a encerrarme a escribir. ¿Por qué no vas a dar una vuelta? Puedes ir a ver a Isaac y así le das el souvenir que le hemos comprado.

Lucky asiente con la cabeza. Juan le seca las mejillas con la palma de la mano y le da un beso en la frente. Va a la cocina a servirse el café. Le da un sorbo.

«¡Qué asco de café! Debería haberle preguntado a Sherry cuál es el que sirven en su casa, aunque seguro que vale más que el alquiler de este piso».

Ya en el estudio, enciende el ordenador. Relee lo que había escrito en Chamonix. Quiere reescribir el noventa por ciento. Descuelga el teléfono y apaga el móvil para que no lo molesten y se pone a trabajar. Lucky se asoma por la puerta.

—Me voy a dar un paseo —le informa.

—Muy bien. No te dejes las llaves —le pide sin despegar la vista de la pantalla del ordenador. Lucky le dice adiós con la mano y desaparece. Al poco oye como la puerta de la entrada se cierra.

Juan empieza a desplegar sus notas: el cuaderno de Groenlandia, los apuntes de la biblioteca, las transcripciones de la entrevista a Jesús Ortega... La idea la tiene clara, así que con esa comodidad que solo encuentra en su despacho y el silencio que ha dejado Lucky, las palabras fluyen de sus dedos y el artículo va tomando forma. Mira las fotos de Germán.

The Prettiest StarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora