Capítulo 2: Cafu za limin

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La mañana de Chenjian es la más ajetreada del año en casa de Lucky y Wonrei.

Chenjian es una fiesta que augura la llegada de la primavera y se celebra en algunas regiones del reino de los mamodos, como en Jitián, el pueblo de Naimi.

Ese día todos visten de blanco, comen comida blanca y entierran 3 monedas de plata en la entrada de la casa para que echen raíces y traigan prosperidad. Dentro, al lado del hogar, se cuelga a Cafu.

Cuenta la leyenda que Cafu perseguía a los demonios mientras les lanzaba legumbres para robarles su poder. Es una figura blanca símbolo de la fortuna, que ataca a los demonios para proporcionar a otros seres más débiles los poderes que arrebata. La cuelgan amarrada y comen legumbres ese día para demostrar que ellos también pueden derrotarla a ella. La vestimenta blanca es un disfraz para hacerle creer que no son demonios, así poder capturarla y evitar que les quite sus poderes.

En la cocina, Wonrei está preparando bollos de harina de arroz con pasta de judías blancas en su interior. Su madre está ocupada con la leche de legumbres y los dulces de algarroba.

Llaman a la puerta y Naimi va a abrir. Danny entra en la cocina sonriente:

—¡Cafu za limin, Wonrei! —Esa frase significa «atrapa a la fortuna» y es el saludo de Chenjian.

—¡Cafu za limin, Danny! —le responde su amigo con una sonrisa.

—Siéntate, Danny, ponte un poco de leche. ¿Quieres tortitas de guar? —le ofrece Naimi.

—Gracias, señora Naimi, me pondré un vaso de leche, pero esperaré al resto para comer.

Vuelven a llamar y Naimi sale para abrir. Los chicos oyen desde la cocina:

—Pasa, pasa, hijo. Pon tus cosas en algún sillón del salón. Disculpa, pero tengo que ir deprisa para sacar los mamelucos del horno.

Entra en la cocina y les susurra:

—Es el chico de Lucky.

—¡¿QUÉ CHICO DE LUCKY?! —pregunta alarmado Wonrei.

Danny empieza a beber sin mirar a Wonrei. El fatídico día ha llegado: Lucky tiene pareja. Y, teniendo en cuenta lo sobreprotector que es su amigo, se imagina la tormenta que se va a descargar en la cocina.

Una figura negra entra por la puerta.

—¡¿BRAGO?! —exclama Wonrei.

De la impresión, Danny tira la leche por la nariz y empieza a toser. Naimi pone los mamelucos en la mesa y le acerca una servilleta al chico.

—¿Estás bien, hijo? ¿Es que os conocéis?

—Va... a... nuestra clase —responde Danny entre toses.

—¡Mamá, es el príncipe Brago!

—Ah, ¡qué bien! Entonces todos sois amigos —dice con una sonrisa.

Lucky entra por la puerta y saluda a todos.

—¡Cafu za limin! ¡Ya estás aquí! —Se acerca a Brago y lo abraza por la cintura—. Siéntate. Voy a por cubiertos.

Wonrei atraviesa a su hermana con la mirada, pero no le dice nada. Está enfadado. Le molesta que Lucky le haya ocultado algo tan importante. No entiende cómo ha pasado, cómo es posible que salga con un chico con el que no ha cruzado ni cinco palabras. Supone que todo empezó por el comentario de Danny, pero sigue sin entender que su hermana se sienta atraída por Brago y que no se lo dijera.

—Lucky, no olvides poner cucharillas para el sanjin —le pide su madre—. Hoy tienes un examen, ¿verdad? ¿Te lo has preparado bien?

—Bueno, más o menos.

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