2. 𝑅𝑒𝑒𝑛𝑐𝑜𝑛𝑡𝑟𝑎𝑟𝑠𝑒

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Su mirada en el reflejo del espejo del baño era de odio. Se odiaba, se daba asco, odiaba tener que continuar con su vida como si nada la estuviera triturando por dentro. Bajó la cabeza cerca de la bacha y se mojó la cara para limpiar las lágrimas recientes, las mismas de todos los días.

Era muy duro. No había manera de solucionar el dolor que traía consigo, sentía que todo lo que antes había construido en su mente, hoy estaba perdido en absoluto.

"¿Cielo?, ¿Estás bien?" Escuchó la voz del muchacho del otro lado de la puerta acompañada de unos golpecitos. "Otto quiere entrar hace rato."

Suspiró por última vez y trató de poner su mejor cara para no preocupar a nadie. Estaba bien, todo estaba bien.

"Sí, estoy bien. Ya salgo." Mentía.

Valentín sabía que mentía.

¿Qué podía hacer?, no era como si pedirle disculpas o abrazarla la haría dejar de sufrir como lo hacía. Nada podía devolverle su ilusión, Cielo se había apagado, se rodeó de nubes negras que la ahogaban con tormentas.

Sin embargo, aunque supiera que no había solución para su dolor, se negaba a dejarla sola. Se lo prometió siempre, desde que eran adolescentes, siempre le juró que estaría a su lado incluso cuando todo se pusiera patas arriba para los dos, y nunca fue alguien que incumpliera las promesas que le hacía a la mujer que amaba con su cuerpo y alma.

Entró al baño sin pedir permiso, y ahí la vio, parada frente al espejo con los ojos hinchados y la nariz roja. Aquella mujer que solía ser fuerte, que lo alentaba a ponerse de pie, que siempre mostraba los dientes en una sonrisa cuando él lo necesitaba, ahora parecía un alma en pena. Débil, vulnerable, era como un cristal sensible que se rompería con el más mínimo tacto.

"Te dije que ya salgo..." Se atajó corriendo la cabeza a un costado para ocultar su rostro desolado.

El ojiazul infló el pecho y cerró la puerta para evitar que su hijo presenciara la situación. Se acercó a Cielo con pasos silenciosos y observó el costado de su cara. Igual de hermosa que siempre, pero con un dolor que solo ella misma entendía.

"Mirame." Murmuró metiendo los dedos por entremedio de su pelo largo. Detalló esas ondas castañas que tanto le gustaban, bonitas y perfectamente onduladas. "Mirame, Cielo." La tomó del mentón y elevó su cabeza para poder mirarla a los ojos, estaban rojos, casi hinchados de todo el llanto que había largado.

El corazón se le agrietó. Quería ayudarla, deseaba más que nadie poder hacerla olvidar todo aquel augurio y verla feliz aunque sea un rato, pero en ese momento era un reto casi imposible. Su instinto protector lo llevó automáticamente a envolverla entre sus brazos, y así la escuchó llorar contra su pecho. Sollozaba con dolor, con impotencia.

¿Por qué la vida estaba siendo injusta?, ¿A quién le había hecho tanto daño como para tener que sufrir durante años por situaciones distintas? No era justo, cuando una herida le sanaba, la vida le abría otra en un lugar más doloroso que el anterior.

"No llores más, por favor." Suplicó Valentín acariciándole el pelo. "No aguanto más verte así, mi amor. Pará de llorar."

Y que le pidiera que deje de llorar le afectaba aún más, porque llorar era lo único que sabía hacer para desahogar la situación, no quería espantar a su hijo llorando adelante suyo o tener que hacer que Valentín cargara con ella y su sensibilidad absurda.

Se suponía que debía haberlo superado, tenía un hijo que la amaba y que se pegaba a ella todo el tiempo, ¿Por qué no podía conformarse con eso?

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⏰ Última actualización: Dec 06, 2021 ⏰

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