21. 𝑃𝑟𝑖𝑚𝑒𝑟 𝑎𝑚𝑜𝑟

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"Te amo, Cielo."

Un completo silencio había invadido todo el cuarto después de la confesión del muchacho.

Valentín sentía su corazón latir desaforadamente, no podía creer que había dicho eso en voz alta. Ni siquiera podía mirarla, así que no sabía si se lo había tomado de buena forma o si estaba a punto de darle una trompada en la cara y salir corriendo.

La verdad era que prefería una y mil veces que lo ignorara antes de creer que se había apurado demasiado y que ella aún no se sentía de aquella forma. No la culpaba tampoco, él la había lastimado varias veces en el pasado, y quizás no se merecía ser amado por Cielo.

"¿Qué dijiste?" Murmuró ella al levantarse de su pecho, tratando de buscar sus ojos azules que miraban para cualquier lado que no fuesen los suyos.

"Eh..." Se relamió los labios aún sin mirarla e intentó formular alguna palabra, pero nada podía salirle de la boca. "Que y-yo, eh..." Solo tenía que decirlo de nuevo, no era tan difícil. Te amo. Eso era todo. "N-no... ¿No querés mirar una película?"

Idiota. Idiota. Idiota. Idiota.

Cielo apretó los labios y lo miró confundida. Sabía muy bien que no había dicho eso, y en parte la decepcionaba un poco que no se animara a decírselo. Se suponía que los dos confiaban en el otro lo suficiente como para poder hablar cualquier cosa, pero de cualquier manera no podía obligarlo a decir nada que no quisiera.

Asintió con una diminuta sonrisa y se separó de su lado para levantarse a agarrar su computadora bajo la vista del muchacho, quien se seguía insultando internamente por ser tan retraído y no poder soltar aquello de nuevo sin que le tiemble el cuerpo entero.

Él se acomodó en el respaldo de la cama y le dejó lugar a Cielo para que se acostara otra vez contra su pecho, mas quiso gritar de odio cuando ella ignoró aquel gesto y se sentó tan solo unos centímetros más lejos. De verdad sentía que lo había arruinado, ahora el ambiente era demasiado incómodo para los dos por culpa de su lengua que no se animaba a confesarle sus sentimientos otra vez.

¿Qué era lo complicado de decirle que la amaba? No era algo nuevo, su corazón latía por ella desde el primer día que la vio con sus dos colitas en el patio del jardín de infantes. Llevaba años mirándola de una forma en la que no veía a las demás chicas, ni siquiera a su ex novia. Se había animado a ser el primero de los dos en abrazarla, el primero de los dos en besarla, el primero de los dos en tocarla, y no podía simplemente volver a animarse a ser el primero de los dos en decirle a los ojos todo eso que sentía por ella.

Era un cobarde, un muy tonto y estúpido cobarde.

Cielo se estiró hasta su mesa de luz para agarrar una colorida lata en forma de corazón y colocarla entre medio de los dos, le sonrió tímidamente y la abrió para revelar la cantidad de caramelos y chocolates que ésta contenía dentro. Valentín rió negando y tomó un caramelo, procediendo a desenvolverlo y metérselo en la boca.

"No sabía que tenías eso." Dijo, intentando bajar ese aire de incomodidad que los había invadido.

"Lo tengo hace unos días, me lo regaló Bruno para disculparse."

El ojiazul dejó de masticar al instante. La pequeña sonrisa divertida que se hubo formado en su cara antes, ahora se desvaneció por completo.

"¿Te lo regaló quién?"

"Bruno."

"¿Por qué?"

"Para disculparse por haberme hecho sentir mal esa vez que-"

Nubes • 𝒘𝒐𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora