8. 𝐶𝑒𝑟𝑐𝑎 𝑦 𝑙𝑒𝑗𝑜𝑠

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Valentín observaba con irritación a las dos chicas que reían juntas en el comedor de su casa. Tamara y Cielo parecían llevarse muy bien, demasiado para el gusto de él, y su complot de absolutas burlas acompañadas de sus risas fuertes solo hacían que su fastidio aumentara poco a poco.

"Cielo viene a estudiar, no a hablar con vos." Espetó para su hermana, quien soltó una risa ahogada al escucharlo tan enojado.

"Cielo no es tu esclava." Contestó ella, sin borrar esa sonrisa burlona que contagiaba a la castaña a su lado. "Aparte es un break, no están haciendo nada y yo no tengo que pedirte permiso para hablarle."

"No me cabe que seas tan metida."

"¿Te molesta que te esté hablando?" Cuestionó girándose hacia Cielo, que negó con la cabeza intentado no reírse. "Lo que pasa es que lo enoja que estés hablando conmigo y no con él, pero te entiendo porque tener que compartir todo un año al lado suyo debe ser horrible y aburrido así como es él, imaginate lo aburrido que es que sos la primera persona que trae y encima es para estudiar."

Valentín frunció el ceño totalmente incrédulo de que lo describiera de esa forma delante de la otra divertida chica.

"Cerrá el orto pelot-"

"¡Epa!... ¿Qué le estabas por decir a tu hermana?" Maia irrumpió en el lugar, mirándolo con una expresión acusadora. "Me imagino que nada de guarangadas adelante de Cielo."

La castaña ignoró por completo a las tres personas a su alrededor, poniendo sus grandes ojos marrones en el bebé que Maia traía en un carrito.

No sabía por qué, pero desde edad temprana los niños pequeños se le pegaban cual garrapatas, y a ella le encantaba pasar el tiempo y entretenerlos de la mejor manera posible sin querer apartarse, y ese bebé gordito y con la cara repleta de algún dulce solo le daban ganas de arrancarlo del carrito y apretarle los cachetes hasta el cansancio.

"¿Y el pendejo este?"

"No seas bruto." Volvió a regañarlo. "Es el hijo del supervisor de tu papá, lo tengo que cuidar un rato hasta que lo pase a buscar la madre."

"Me acuerdo, estuvo en mi fiesta de quince." Tamara se levantó de su lugar y caminó hacia el carrito, agachándose a la altura del diminuto humano que sonreía con inocencia. "Rodrigo te llamás, ¿No?" Jugueteó afinando la voz.

"No te va a contestar." Manifestó Valentín, cruzándose de brazos frente al bebé que lo observaba con atención. "Le faltan todos los dientes, ni mover la lengua sabe."

"Sos demasiado infumable, no te aguanto más." Y salió del comedor sin decir nada más.

Maia suspiró negando con la cabeza, casi irritada por sus dos hijos y sus discusiones sin sentido de todos los días.

"No voy a decir nada y voy a ir a regar las plantas al patio..." Murmuró desabrochando al bebé. "Mirenmelo cinco minutos que ya vuelvo."

Apenas desapareció por la puerta que daba hacia el jardín, Cielo se levantó de su silla para acercarse al niño con una sonrisa enorme en los labios.

"Hola, me llamo Cielo..." Tomó una de sus diminutas manitos entre sus dedos y la acarició despacio, ganándose una risita aguda de su parte. "Sos muy lindo, tus cachetitos son muy lindos." Se giró hacia el chico con el ceño fruncido detrás de ella mirándolo con ojos esperanzadores. "¿Lo puedo alzar?"

Él hizo una mueca de disgusto, encogiéndose de hombros sin importarle mucho lo que ella quisiera hacer.

No comprendía por qué estaba entusiasmada en querer tener a upa a un bebé gordo y con la cara manchada, no los odiaba, pero no tenía paciencia para nada en aguantar a niños pequeños llorando o en tener que pensar en siquiera cambiar pañales a cada rato.

Nubes • 𝒘𝒐𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora