24. 𝐸𝑛𝑐𝑎𝑑𝑒𝑛𝑎𝑑𝑜𝑠

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"¡Cielo, me voy a caer!"

"¡Solamente tenés que ir más al costado!"

"¡Pero no llego!"

"Dejenme a mí, ineptas." Alejo apartó a las dos chicas que intentaban colocar el cartel sin que se caiga. Se subió a la silla que antes ocupaba Rocío y, sin ningún inconveniente, estiró los brazos para poder atarlo al gancho de la pared. "A veces es buena la presencia de un hombre entre dos mujeres tontas." Concluyó fingiendo limpiarse las manos.

Rocío cruzó los brazos y entrecerró los ojos hacia él.

"Machista."

"Inútil." Replicó.

"Bueno, creo que ya está todo..." Intervino Cielo, quien observaba todo el alrededor sintiendo ganas de comerse las uñas. "Parece que todo está ordenado..."

Bruno suspiró y se levantó de su lugar, observó todo al igual que la chica y asintió satisfecho mientras la abrazaba por la espalda.

"Sí, parec-"

"¡La torta!" Gritó ella de repente.

Se libró del agarre del castaño con un empujón y corrió hasta la cocina. El olor al bizcocho de chocolate ya listo invadió sus fosas nasales al instante, por lo que tuvo que apresurarse para sacarlo del horno con las mejores maniobras que encontrara y así no quemarse las manos.

Los postres parecían listos, solo necesitaba esperar a que la última tanda de muffins terminaran de cocinarse en el horno y ya todo estaría en orden.

Estaba contenta con el resultado, y agradecía plenamente a que Maia le hubiera dejado lugar en la casa para que pudiera preparar todo aquello.

Toda esa semana había sentido la necesidad de demostrarle a Valentín que realmente estaba contenta con cómo se habían definido las cosas, por lo que no se le ocurrió nada más que un diminuto festejo de bienvenida. Se encargó de comunicarle la idea a Maia y Alejandro apenas tuvo todo resuelto, y ellos no dudaron en ofrecer su casa con el fin de que tuviera más comodidad.

Con mucho disimulo en las palabras, convencieron a Valentín de dejarle una llave para que ella pudiera entrar cuando ellos no estén, y a pesar de que él sabía que se encontraba ahí, creía que solo se trataba de una visita diaria como todas las anteriores y que simplemente lo esperaba para pasar el rato.

Por supuesto no creería que había invitado a sus amigos para que los acompañaran, mucho menos que se tomó el tiempo de cocinar sus postres favoritos durante toda la tarde.

Se sacó el celular del bolsillo cuando lo escuchó sonar, y un "Esquina" del contacto de Valentín resaltó en la pantalla. Inmediatamente dejó lo que estaba haciendo y volvió al living a pasos rápidos, verificó una vez más que no faltara ningún detalle en la decoración y se acercó a sus amigos.

"No hagan ruido hasta que no entre él." Dirigió en voz baja como si Valentín estuviera cerca.

Todos asintieron obedeciendo, mientras que ella se quedaba a un lado de la ventana para esperar a verlo cerca. Pegó un salto cuando lo vio cruzar la calle, se giró nuevamente para analizar todo una última vez, y así se apresuró a salir por la puerta principal antes de que él llegara al portón.

Valentín se quedó estático al verla, su minifalda tableada dejaba a la vista el largo de sus piernas voluminosas, al igual que esa piel increíble que se erizaba con el viento de la noche. Su camisa lila se le ceñía un poco al cuerpo y le lucía magnífica, y la manera en la que los primeros botones desabrochados le hacían resaltar el escote era otra cosa de la que no quería hablar. Aquel labial rojo que teñía sus labios lo llamaba a gritos para borrarlo. Estaba hermosa, como siempre, solo que esta vez lo estaba para él.

Nubes • 𝒘𝒐𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora