Un pie en el techo del garage, otro en la cornisa, brazos extendidos hacia la reja, y hacer el mejor esfuerzo para saltar sin caer al vacío.
Cielo reposaba en su cama con los ojos puestos en las calcomanías que decoraban su habitación. No había cerrado un ojo desde que tuvo que ser dura con Valentín con respecto a terminar eso que tenían, y le estaba costando mucho el tener que reprimirse de volver a llamarlo para arrepentirse de lo que le había pedido.
Se estaba equivocando, era muy probable, pero no encontraba otra manera de hacerlo abrir los ojos para que fuera consciente sobre la gravedad de lo que había sucedido.
Resopló sentando su cuerpo cuando aceptó que no estaba ni cerca de poder dormirse, así que estiró su brazo para agarrar su libro y distraerse. Pero el hecho de saber que esa pieza había sido un obsequio de parte de él, solo hacía que su mente se sintiera más atormentada por haberlo hecho llorar. ¿Cuántas veces había llorado Valentín junto con ella? Solo aquella vez que su abuela murió y ella estuvo para contenerlo. Él no era de llorar si de verdad no lo sentía, y eso era lo que la hacía sentir como la persona más horrible del universo.
Se llevó las manos a la cara y dejó salir un fuerte gemido de frustración cuando la culpa la invadió. Tenía que arreglarlo de la forma que sea, no podía simplemente dejar las cosas así mientras se lo imaginaba hecho una bola en el suelo sin parar de llorar por ella. Apartó el pelo que caía por su cara, agarró su celular, y buscó el contacto a plena velocidad. Pero entonces, un muy aterrorizador ruido proveniente del otro lado de su ventana la dejó estática en su lugar.
"Agh, mierda..." Escuchó murmurar.
La respiración se le cortó, y su corazón comenzó a latir exageradamente rápido sin cesar. Estaba sola en casa, no había nadie más que ella y los entes del universo que la rodeaban cuando meditaba. Apretó el teléfono contra su pecho y bajó de la cama de un salto para correr con velocidad hasta su escritorio y resguardarse debajo de éste mientras buscaba el contacto de su papá con las manos temblorosas, era muy temprano todavía como para que alguien le pusiera un arma en la cabeza o la descuartizara viva, ni siquiera había pensado en sus últimas palabras aún.
Tenía que avisar y respirar, no había problema, las ventanas tenían rejas, nadie iba a poder pasar. No, no, la última ventana no tenía rejas, incluso aunque llevaba años repitiéndole a su papá que las necesitaba por si algo como eso sucedía, pero jamás pensó que sería una situación verdadera. ¿Que hacía?, ¿Para qué lado tenía que correr sin que la vean? Era un maldito castigo de los dioses del mundo por haberle roto el corazón a alguien tan dulce como lo era el ojiazul.
Otro golpe, otro quejido, un forcejeo contra la ventana y otro quejido.
"Cielo, ya te vi esconderte, abrime que hace frío." Una voz tan familiar... Imposible.
Salió de abajo del escritorio gateando cautelosamente y quejándose un poco por el dolor en sus rodillas, aún con el celular en la mano en caso de tener que dar aviso sobre estar siendo atacada. Entonces jadeó cuando lo vio, con un poco de tranquilidad por un lado, y una cantidad alta de furia por el otro.
"¡¿Valentín, qué estás haciendo?!" Exclamó poniéndose de pie.
"Dejame pasar antes de que piensen que te estoy entrando a robar y me peguen un tubazo, dale."
El chico parecía estar haciendo un esfuerzo muy grande para sostenerse de la ventana, las piernas le temblaban por la altura en la que se encontraba, y el corazón le latía con fuerza debido a su vértigo cada vez que miraba hacia abajo.
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Nubes • 𝒘𝒐𝒔
Teen FictionEl cielo es muy revoltoso la mayoría del tiempo. Dicen que cuando está felíz sonríe mostrando una luz brillante, que cuando está triste llora gotas dulces que parecen perlas, que a veces está entre los dos y nunca sabes cuando va a explotar. Pero cu...