16. 𝑃𝑟𝑒𝑠𝑎𝑔𝑖𝑜

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La observaba dormir por la noche a su lado. Detallaba cada facción de su rostro mientras respiraba con tranquilidad, su mejilla reposada sobre la palma de su mano, sus pestañas largas acariciando la zona inferior de sus ojos, sus cejas frunciéndose por lo que sea que estuviera soñando, el pelo desordenado que le caía a un costado de la cara.

Era hermosa para los ojos de cualquiera, pero siempre lo había sido para los suyos.

Valentín no podía dejar de sentirse frustrado y culpable por todo lo que había pasado esa tarde. La forma en la que la había visto llorar al largar todo ese peso que la torturaba, también estaba torturándolo a él.

Si tan solo se hubiese animado a hablarle, si se hubiese acercado a ella cuando tuvo la oportunidad, nada malo le habría sucedido.

Ella abrió los ojos de repente, los frotó con cansancio soltando un bostezo, y una diminuta sonrisa somnolienta se dibujó en su cara cuando lo descubrió mirándola con la poca luz que entraba al cuarto.

"¿Me estoy babeando?" Susurró despacio, con su voz adormilada que se quebraba un poco por el sueño.

"Sí, un poco." Sonrió. Llevó su mano al costado de la cabeza de Cielo y así poder acariciar su pelo, recostandose de costado para tenerla más cerca. "Estabas roncando también."

"¿Enserio?" Jadeó preocupada, despabilando todo ese cansancio al instante.

"Mhm, abrías la boca y roncabas fuerte, por eso no me dormí todavía."

"Que vergüenza." Susurró tapándose la cara con las manos. La risa burlona proveniente de Valentín hizo que lo mirara de nuevo, indignada. "Sos un mentiroso." Golpeó su brazo despacio, soltando un chillido de sorpresa cuando el chico tiró de este para acercarla a su cuerpo.

Deslizó la yema de sus dedos por todo el largo de su brazo, subiendo y bajando para dejar caricias suaves en la piel de la muchacha. Cielo sonrió ante ese simple tacto, y aquel revoloteo que solo solía aparecer cuando estaba con él, se hizo presente desde sus pies hasta su cabeza.

Escondió la naríz en el hueco del cuello del ojiazul, recordando todo lo que había sucedido esa tarde y el miedo que sintió al creer que Valentín no querría volverla a ver. Creía que tal vez la juzgaría por haber sido tan inconsciente, o que simplemente la tararía como una mentirosa y la mandaría a volar muy lejos suyo. Pero eso no sucedió, ni tampoco sucedería, porque Valentín no era esa persona, era alguien en quien podría confiar incluso hasta su secreto más recóndito.

"Te queda linda mi remera." Lo oyó murmurar despacio. "Hace que se te marquen las tetas." De repente, sus manos apretaron esa zona suya haciéndola largar un jadeo ahogado por la sorpresa.

"¡Ay, que pendejo desubicado!" Exclamo en un tono bajo. Lo empujó juguetona sin dejar de reír, sintiendo cómo su corazón se ablandaba por escucharlo reírse de tal manera. "Bueno, al menos lo haces con mi consentimiento y no te aprovechas de mi pobre inocencia como otra gente." Rió con gracia ante su propia broma. Sin embargo, su risa cesó cuando el chico soltó un bufido y se levantó de la cama sin decir ni una palabra. "Era un chiste..."

Pero Valentín no estaba para esa clase de chistes, mucho menos habiéndola visto desbordarse tan mal en el momento de tener que contar por lo que había tenido que pasar.

Comenzó a rebuscar entre su cajón el frasco en el que solía guardar sus pertenencias, sacó lo que buscaba y se dirigió hasta la ventana con un encendedor en la mano para prender el porro que fumaba casi todas las noches antes de ir a dormir. Apoyó los brazos en el marco de la ventana para mirar hacia afuera, sin importarle que el viento helado se adentrara en su cuarto y envolviera su cuerpo entero.

Nubes • 𝒘𝒐𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora