Capítulo 20 - Palabras del corazón

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Capítulo 20 - Palabras del corazón

Incluso mucho después de que Helian Yi y el resto se habían ido, Wu Xi todavía estaba sentado en silencio a un lado. Su mente parecía entender, pero, al mismo tiempo, no entendía nada.

Jing Qi guardo silencio durante un tiempo. Como su cabeza estaba ligeramente gacha y su mirada baja, alguien sentado frente a él no podría ver claramente la sonrisa encantadora que siempre tenía. En estos momentos, su mentón parecía un poco afilado mientras que las esquinas de sus ojos se inclinaban ligeramente hacia arriba, dando una expresión de que era algo indiferente y distante.

Poco después, Ji Xiang entró y notificó a Jing Qi:

—Amo, la señorita Su tomó un poco del agua. Dijo que no le quedaba mucho tiempo, por lo que tendría que irse.

Jing Qi asintió.

—Haz que alguien salga a despe... Oh, cierto, que se lleve esa copa de coral vidriado que alguien regaló la última vez. Esos colores brillantes deslumbran en el estudio, pero se verían bien exhibidos en la casa de una jovencita.

Ping An respiró hondo. En vista de que todos los invitados se habían ido y que este vecino Wu Xi también era un conocido con quien se contactaba con frecuencia, se inclinó para susurrar fastidiosamente en el oído de Jing Qi. 

—Amo, ese cuenco era algo que el difunto Príncipe tuvo que usar su conexión y pagar mucho dinero para adquirirlo. Que-que se lo regales sin más a otra persona así es...

Jing Qi estiró un dedo, lo presionó en su frente y lo empujó hacia un lado, agitando la otra mano con impaciencia. 

—El dinero no es más que un mero bien material. ¿No has oído que una sonrisa vale más que mil monedas de oro? ¡Qué aburrido! Si eres tan tacaño con las mujeres, voy a esperar a ver qué familia se atrevería a permitirte casarse con su hija en el futuro.

Ping An sintió que no había forma de que el camino de su vida futura y el de su amo fueran el mismo.

—Este sirviente preferiría no casarse —susurró—. Si me quedo soltero toda la vida, nunca tendré una esposa que derrocha y arruina la fortuna de toda la familia.

Jing Qi lo fulminó con la mirada.

Ping An se dio cuenta de inmediato que había hablado mal. Lo que había soltado no solo era similar a reprender a su propio amo como un derrochador, sino que lo colocaba en la misma categoría que una "esposa". Por lo tanto, abrió al máximo sus delgados ojos para expresar su integridad e inocencia y habló de una manera inspiradoramente honrada:

—Amo, hay un límite de fortuna que una persona puede tener en la vida. Solo apreciando tu buena fortuna, esas bendiciones pueden durar mucho tiempo (1) y al momento de tener mucha riqueza, hay que saber ampliar las fuentes de ingresos y economizar gastos...

Una cosita como tú y aun así tratas de sermonearme, pensó Jing Qi en tanto sonreía. 

—Ampliar las fuentes, economizar gastos... ¿Acaso tengo que esperar hasta ser muy pobre y vagar por las calles para gastar todo mi oro de una sola vez? Anda, anda, anda. Anda a hacer lo que sea que deberías estar haciendo, me asfixias.

—Bien —respondió Ping An, agraviado—. Este sirviente volverá aquí un poco más tarde para presentar un informe de gastos. Después de eso, podemos averiguar juntos cuándo tendremos que entregar nuestro último recurso en esta casa y solo podremos aplastar ollas de hierro y venderlas como pedazos. 

Jing Qi le dio una palmada en la espalda. —¡Mira como me pisoteas, pequeño bastardo! —reprendió felizmente.

Una vez que Ping An se alejara con furia, Jing Qi le preguntó a Wu Xi:

Lord Séptimo (Priest)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora