Capítulo 11.

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Mi primer día en este horrible lugar lleno de dementes. De todas maneras, no me siento muy diferente a estar afuera con todos los extraños que me rodean. Llevo un uniforme bastante horrible de tono descolorido y me han encerrado en una habitación de la que puedo salir solamente en un horario específico. Creo que este lugar, en vez de mejorarme, me empeorará.

— ¿Cross? — pregunta un enfermero al abrir la puerta. — Es la hora de receso. Puedes salir a caminar por donde quieras, menos por la zona de administración. ¿Te queda claro? — me coloca una pulsera con un especie de localizador. Supongo que para monitorearme.

—Me queda claro, tranquilo. Y no estoy loca. — odio que me traten así.

—Ningún loco admitirá que lo está. Solo respeta los límites. — sonríe. Tiene unos lindos ojos verdes y por su figura, seguramente hace ejercicio. Lo único que diferencia nuestros uniformes son las líneas negras que tienen sus pantalones.

Al salir, cierra la puerta y se va.

¿Y a dónde se supone que iré en este desconsolador lugar?

Camino por todos los pasillos sin saber qué busco y no hay nada interesante con lo que me pueda entretener. Es un lugar muy grande y hay más locos de los que cualquiera se podría imaginar. Y no, no es como en los cuentos de ficción. No hay chicos guapos de los que te puedas enamorar, ni ningún psicópata que se obsesione contigo. Hay problemas reales y hay mucho peligro si te atreves a acercarte a alguno de ellos. Así que por mi propia seguridad, marcaré distancia.

Llego a lo que se supone que es el jardín. Hay muchos árboles, césped y muchos de los internados están tomando aire fresco al igual que yo. Aunque me cuesta diferenciarlos, hay algunos guardias rondando por seguridad y eso me hace sentir más tranquila.

Encuentro una zona bastante despejada y me siento en uno de los bancos. El clima se vuelve cada vez más frío y no creo que nadie venga a darme un...

—Para el frío. — dice el mismo enfermero de ojos verdes que me sacó de la habitación. Justamente diría que nadie vendría a darme un abrigo y me sorprende un poco que lo haga.

Lo miro extrañamente, lo tomo de sus manos y lo coloco sobre mí.

—Gracias.

—No agradezcas. No estás aquí para ser castigada.

—Pues yo creo que sí.

—Solo mantente alejada de los demás internados. Suelen ser agresivos algunas veces.

— ¿No están aquí justamente para dejar de serlo? — frunce el ceño con una media sonrisa. ¿Por qué sonríe tanto? ¿Acaso le hago gracia de alguna manera?

—Hablas con mucho sentido común para tu supuesta situación. — frunzo el ceño. — Digo que no pareces estar tan loca después de todo. Saldrás pronto de aquí si sigues así. — aclara.

—Disculpa pero no soy responsable de que solo conozcas gente anormal.

—No, no es eso. Es que en todos mis años de trabajo, jamás he tenido una conversación razonable con ninguno de los pacientes. Por eso siempre trato de tratarlos con diversión. Ya que es lo único a lo que no reaccionan con agresividad.

— ¿Eres viejo aquí?

—No. Trabajando en el área, sí pero me trasladaron hace una semana a este centro. Fue suficiente para adaptarme rápidamente.

—Oh, genial. — digo sin ningún tipo de emoción.

—Cuando suene la alarma, regresa a tu habitación. — dice antes de desaparecer. Observar lo extraño que se comporta el resto, me pone nerviosa. Definitivamente saldré peor de este lugar. Mientras miro las caras de los demás para reconocerlos después, veo una cara familiar.

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