Capítulo 29.

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Me levanto.

Todas las alarmas de incendio suenan y los agentes en servicio salen. Tengo algunos raspones en las manos pero nada grave. Logré correr lejos. Me sacudo el polvo de la ropa y mis oídos comienzan a timbrar fuertemente. Cubro mis oídos con las manos y me alejo lo suficiente para tomar aire.

Inhalo y exhalo hasta que vuelvo a la normalidad.

Una furgoneta sospechosa enciende las luces y antes de que pueda escapar, disparo a las gomas para inmovilizarlo. Corro hasta él, abro la puerta y desbloqueo el seguro de mi arma en su nuca. Es uno de los cazarrecompensas que fue a mi casa con Jacob aquella noche.

—¿Se creen muy listos, eh? — estoy furioso.

Sujeto 4, vuelva a la base. — le dice uno de ellos por la radio.

—¡Uh! Qué interesante. — me acerco y saco la radio. — Contesta con normalidad y llévame hasta ellos. No hagas nada de lo que te puedes arrepentir y no digas palabras sin sentido. — no quiero que diga ninguna palabra clave para avisarles.

—No haga esto. Solo los está atacando porque sabe que intentan detenerlo. Se está protegiendo.

—¿Ah sí? No me digas. Intentó volarme junto a mi auto solo para protegerse. ¡Qué simple! — presiono más el arma en su cuello. — Ahora toma esa maldita radio y contéstales. — mi lado táctico está dominando mi lado violento. Si no, ya le hubiera volado la cabeza de un disparo.

—No lo haré, no puedo hacerlo.

—Ok. — me aparto. Saco una navaja y la clavo en una de sus manos sobre la parte delantera del auto. Suelta un fuerte grito de dolor. Vuelvo a mirarlo fijamente para obligarlo a responderles mientras sigo apuntándole. La sangre de su mano mancha gran parte de su coche.

—Sujeto 4 regresando a la base. — contesta finalmente.

—Muy bien...ahora conducirás conmigo detrás y si te desvías, te mataré, ¿te queda claro? — le amenazo. Estoy harto de todos ellos, así que haré las cosas a mi vieja manera.

—No puede ir hasta allá. Hay muchos de nosotros que lo matarán al instante.

—¿Qué pasa? ¿Te estás preocupando por mí? No me hagas reír. — me monto en los asientos de atrás y me escondo lo suficiente mientras sigo apuntándole en la espalda por un hueco del asiento. — Conduce. — saca la navaja de su mano y la venda fuertemente con un trozo de tela.

Arranca.

Minutos más tarde, sé que hemos llegado porque se detiene.

—Buen trabajo hermano. Uno menos. — le dice alguien mientras se baja del auto. — ¿Qué le pasó a tu mano? — cuando veo que se queda en silencio, sé que alguna seña le habrá hecho para decirle que estoy aquí.

He pasado por muchas situaciones a lo largo de mi trabajo ya.

Cuando abre la puerta, lo pateo. Le disparo en la cabeza al que me ha traído y sigo golpeando por todas partes a su amiguito. El sonido del disparo activó las alarmas de seguridad, haciendo que las luces se enciendan y se apaguen constantemente.

Sin tenerle miedo a nada, voy avanzando por los pasillos.

Cinco más de ellos corren hasta a mí y calculo rápidamente mis movimientos para saber cómo golpearlos a cada uno. Esquivo el golpe del primero, doblo su brazo, estrello su cabeza contra una vitrina de apagaincendios, tomo uno de los trozos de cristal y lo entierro en su garganta.

Con el segundo, me agacho para esquivar sus disparos, me acerco rápidamente, aprieto fuertemente su mano hasta doblarla y hacer que se dispare a sí mismo. A los restantes les disparo en la cabeza instantáneamente y al último, aunque logra golpearme, logro hacer que lance su pistola al suelo y le corto la garganta sin piedad alguna.

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