•CAPITULO IX•

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Abrí lentamente mis ojos. Un ruido muy fuerte me despertó e hizo que mi sueño desapareciera. La luz del sol me molestó un poco y coloqué mi mano para cubrirme de los rayos tan molestos. Logré levantar mi espalda mientras mi piernas aún se encontraban reposando en el suelo.

Miré a mi alrededor y seguía observando para recordar que hacía aquí, pero conforme pasaba el tiempo, recordé todo con normalidad.

—¿Asher?—Pregunté en voz baja.

Su presencia no se encontraba ahí dentro. Miré a todos lados, pero solo habían unas personas en el fondo.

—¡Oh! Hola señorita, ¿Como se encuentra?—Cuestionó aquel hombre mientras me miraba.

—Muchas gracias por preguntar. Me encuentro mucho mejor.

Al mover mi brazo me dolió muchísimo. Observé mi extremidad y miré las vendas cubriendo totalmente la piel.

Recordé mis heridas, noté que la mayoría estaban desinfectadas, solo me llegan recuerdos vagos sobre las vendas, ya entendí por qué jadeaba de dolor en la mañana.

Busqué mi arma pero no la encontré, lo único que pude saber de ella es la funda sin la pistola a mi costado.

—Una pregunta, señores, ¿Saben dónde está el chico que estaba aquí conmigo en la noche?

Ellos se quedaron pensando y murmuraron el uno al otro para encontrar la respuesta.

—¡Claro! El salió de aquí hace unas horas. Se llevó dos pistolas, también mencionó que debemos cuidarte hasta que logres recuperarte.

—Oh, les agradezco a los dos por la preocupación y por cuidar de mi estás horas.—Dije mientras trataba de colocarme de pie.

—No le recomiendo que intente levantarse completamente, aún las heridas no han sanado por completo.

Mi pierna me dolió en un instante y volví a caer nuevamente al suelo. Ese sujeto tenía la razón.

—Lo siento, debí haberlo sabido antes. Que tonta fui.—Exclamé mientras trataba de frotar mi pierna para calmar el dolor.

Revisé mi celular, pero no tenía nada importante. Decidí ver la conversación que tenía con Asher en ese momento, pero todo estaba bien. Guardé el teléfono y recosté mi cabeza sobre el metal en mis espaldas.

Aquellas personas con las que había charlado antes, se retiraron del lugar después de unos minutos. Me quedé sola y pensaba el hecho sobre si tenía que defenderme de algo, ya que no tenía la movilidad para moverme o para golpear.

El ambiente en ese lugar es bastante tranquilo. No hay muchas voces en los alrededores, todo estaba de cierta forma muy silencioso.

Observé mi aparato a unos metros, me arrastré hasta llegar a el. Me lo coloqué en la oreja y decidí contactar con Ackerley, pero él no contestó. Lo volví a retirar un poco molesta por no saber nada de él.

Vi una estantería a lado mío, noté que mi katana estaba allá arriba, me alejé unos centímetros, pero esta mierda cansa. Coloqué mis dos manos en una barandilla y sacudí lo más que pude, hasta que mi arma cayó encima de la tierra.

La desenfundé y noté que aún estaba ensangrentada, supongo que Asher quería limpiarla antes de que yo la tuviera en mis manos.

—Perdón si aún no tenía que tocarla.—Susurré mientras la veía.

La enfundé en mi cintura y me coloqué de cuclillas, intentando caminar hacia la salida de esta bodega. Lo estaba logrando, por el momento no me dolía el cuerpo. La herida que tenía en mi espalda baja, parece ser que sanó por completo.

T H E R E W A R D © [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora