•CAPITULO XIV•

2 0 0
                                    

Tomé asiento en una silla que estaba colocada en la esquina de esa habitación. Limpié mis katanas de la sangre que estaba manchada sobre el metal arruinando su belleza. Esparcí agua encima de ellas para limpiarlas correctamente. Pude ver nuevamente la pureza que las caracterizaba, aquellas que mi ex compañero me obsequió el día decidimos tomar caminos diferentes, hace unos meses.

Las enfundé nuevamente y las coloqué alrededor de mi cintura. Recargué mi arma y puse el objeto sobre mis dedos.

Aún sentada, observé como esos cuerpos se desangraron lentamente. Desquité mi enojo y frustración con ellos, literalmente fue la mejor sensación que pude sentir.

Mi vestimenta se manchó horriblemente de su sangre. Mis guantes y mi camisa no fueron la excepción.

Me levanté de mi asiento sin pensarlo dos veces. Un escalofrío recorrió mi espalda que hizo desconfiar del lugar en donde me encontraba. Abrí la puerta que estaba a mi lado izquierdo. Entré y con mi arma en mano, miré con lujo de detalle la habitación, pero no pude observar ningúna alma que estuviera esperando por mi.

Bajé los escalones sigilosamente y salí por la puerta principal de ese pequeño castillo. Entré a mi vehículo y salí de ahí, cumpliendo con la última misión.

¿Asher?

No he sabido mucho de él desde aquel día que nos separamos, más de un mes que no tengo contacto. No sé si su plan era deshacerme de mi. Creo que tomé la mejor decisión dentro de mis posibilidades, sin poder verlo nuevamente, aunque no lo negare, extraño aquellas aventuras que teníamos.

El día fue muy lluvioso. El estar yo sola, visualizar como las gotas con agresividad chocan contra el suelo, es muy gratificante. Es hermoso el olor cuando llueve.

Con mis dedos iba golpeando el volante del automóvil, iba tarareando mi canción favorita, esa que acompañaba una guitarra de lado de una voz preciosa, cantando la misma estrofa.

A pocos metros de llegar a mi refugio, observé a una persona masculina, vestido de traje y un sombrero que cubría totalmente su cabellera, ese tipo de hombres son muy típicos aquí, en Japón.

Levantó su brazo unos centímetros, supongo que su objetivo fue que viera su presencia. Acerqué mi coche en dónde el estaba situado, colocó su brazo encima del automóvil y acercó su rostro. El me habló japonés, por lo cual, no entendí muy bien que es lo que trató de decirme.

Solo ladeé mi cabeza lado a lado para cortar la conversación lo más pronto posible, una persona que camina sola durante la madrugada, es alguien que no podría confiar en el.

El retiró dinero de su bolsillo y con su dedo índice me apunto hacia el. Seguía sin comprender que era lo que el necesitaba en ese momento.

Yo aparté su brazo con mi mano extendida dentro de mi vehículo y el nuevamente guardó sus billetes.

El se apartó de mi camino y avanzó a una dirección contraria a dónde yo me dirigía. Colocó su saco en su brazo derecho mientras se alejaba de mí posición aún más. La neblina que había en esa calle no me permitió analizar sus rasgos físicos.

De inmediato, observé el asiento del copiloto, pero todo estaba en orden, mis katanas, mis abrigos, pensé que quizás sería la táctica para robar algunas cosas.

Me han afirmado que eso sucede mucho, te distraen para robarte.

Suspiré con cansancio. Pisé el acelerador. Las calles estaban completamente llenas de neblina, como si de algún pueblo de terror se tratase. Me costaba ver con claridad el extremo final de la calle. Situé mis lentes para ver mejor y no hacer un sobreesfuerzo.

T H E R E W A R D © [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora