•CAPITULO XXVII•

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No entendía muy bien lo que ocurría ese día. Solo ví como Asher bajaba su mano hasta su bolsillo izquierdo, sacando la pequeña revolver de la cuál nos había mostrado anteriormente.

Observé como Chelsea mostraba diferente señas en su mano derecha, indicándole algo a Asher por secreto.

—Ahora mismo, iremos a esa habitación y tomaré el dinero. Pensaré en dejarte vivir si consigo todo lo que quiero. Andando.

Aquel sujeto que aún tenía su brazo rodeado en el cuello de ella, caminaron unos pasos hacia atrás. A pocos metros de cruzar la puerta, ví como ella asintió ligeramente su cabeza.

Asher se levantó del suelo sin hacer ruido. Desenfundó su pistola de bolsillo y caminó con extrema cautela.

—¿A dónde irás?—Cuestioné enojada.

—Por Chelsea, ¿A dónde más iría?—Contestó colocando su rodilla izquierda en el suelo.—Sigueme, por favor.

Empezó a caminar en cuclillas hasta llegar a la puerta. Desde mi lugar, escuché como Chelsea era golpeada en el piso inferior, ese sujeto elevó mi enfado a nieves extremos. Me levanté de igual manera, desenfundé mi espada y caminé con Asher a la puerta.

Una pregunta rondó por mi cabeza unos segundos después de presenciar esa escena: ¿Cómo diablos entró ese sujeto si necesita clave de acceso?

¿Burló la seguridad?

¿Alguien lo dejó entrar?

¿Sumiko?

¿Asher?

Es un poco ilógico, ese hombre pudo romper la cerradura, pero sonaría la alarma que nos indica que alguien está forzando la entrada.

¿Habrá algo que esté pasando por alto?

¿Cómo pudo entrar?

—Sumiko, ¿Puedes quedarte aquí? Por favor, toma mi pistola.—Le di un arma, solo lleve mi katana.

Ella asintió con la cabeza. Miré en sus ojos un enojo llenos de rabia, ese sentimiento por el cual ella siempre se preocupó por todos y no puede pasar por alto el dolor que está sufriendo Chelsea.

—Cuídense mucho, ese sujeto es un peligro.—Advirtió seriamente.

Asentí con seguridad.

Hicimos el menor ruido posible, si algo sale mal aquí, Chelsea puede morir. La cautela tiene que ser máxima.

Bajamos las escaleras, hasta llegar a una pared que nos divide de la vista de ese sujeto.

—¡La maldita contraseña no funciona!—Exclamó enojado desde la otra sala de la habitación.

Solo escuché los gritos furiosos de esa persona. Exclamó por esa contraseña a mares. Ella solo sollozaba, estaba esposada y golpeada.

Asher y yo fijamos nuestras miradas, asentimos con la cabeza y bajamos hasta llegar a dicha habitación. Llegamos a la primera planta, ahí se encontraba la dichosa caja fuerte.

Habían cristales rotos repartidos por toda la sala, habían manchas de tono rojizo en el suelo.

—Hijo de puta.—Susurré al seguir viendo el líquido rojo en el suelo.

Pude observar más de cerca como ella estaba siendo golpeada, con sangre escurriendo en su frente con su mirada cabizbaja.

El tipo se encontraba de espaldas, golpeando la caja con sus pies, y haciendo cualquier cosa que estuviera a su alcance para tomar ese dinero.

—¡Estoy harto de esta mierda!—Gritó mientras fue en busca de su arma.

—Ahora, Asher. Es momento de atacar a ese imbécil.—Sugerí al instante.

T H E R E W A R D © [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora