•CAPITULO XXVIII•

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Han pasado los días correspondientes para cumplir con el contrato. Un contacto de la organización nos informó que Rafael estaba en su casa de seguridad, unos integrantes lo vieron entrar repetidas veces durante la semana, así que, ya es pan comido asesinar a ese imbécil.

—Ya es hora, ¿Verdad?—Cuestioné mirando mi reloj que tenía puesto en mi muñeca. Estaba algo desesperada, una parte de mi corazón quería acabar con esta misión, pero en otra... No quería que esto nunca termine.

—Si, ya se acerca la hora. Solo estamos esperando el momento adecuado. Parece ser que se escondió, uno de sus hombres debió haber sabido que más de treinta personas irían por la cabeza de su jefe, fue muy inteligente en ese aspecto.

Bajé mi cabeza, y revisé mi pistola, aquella que me regaló justo antes de irme. Después de mucho tiempo, entendí la frase:

Salva y ser salvado

Aún la guardo con cariño, después de esto, la guardaré para siempre, será un recuerdo muy bonito. No debo dejar que esos pensamiento me atormenten por siempre.

Una mano se entrometió en medio de mi arma y mis ojos, haciendo imposible verla con totalidad.

—Es hora de irnos.—Dijo Asher mientras me extendió la mano.

Unas lágrimas quisieron salir de mis cuencas, escondí mi cabeza rápidamente, no quería que el supiera que mi alma murió.

—Si, está bien. Ya bajo en un momento.

Él retiró la mano, se dio la vuelta y caminó en dirección a la salida. Detrás de él, fue Sumiko, ella no me habló más, la entiendo, supongo que piensa que la voy a odiar si me vuelve a hablar sobre el tema.

Agarré mi teléfono celular y decidí llamar a Franco. Marqué el número, esperé pacientemente a que hubiera respuesta del otro lado de la línea.

—¿Es la güera de la otra vez?—Me preguntó una persona distinta a la que yo conocí.

—Soy la chica que iba con el hombre de coleta. La que fue a su casa.—Le recordé.—Solo hablé por qué vamos en camino por Rafael.

El hombre empezó a avisar a su gente. Sus gritos se escuchaban realmente muy fuertes.

—Muy bien. Al final seguirás viva.

Colgó la llamada.

Sonreí y solté una pequeña risa. Me levanté del asiento, caminé lentamente hasta llegar a la puerta, pasé del otro lado, tomé de la perilla y la cerré. Bajé las escaleras hasta llegar en donde estaban ellos.

La impresión de mi alrededor es bastante hermosa. Copos de nieve cayendo lentamente al suelo, el cielo totalmente nublado, y el clima es muy frío. Asher y Sumiko estaban acostados en el cofre del coche, contemplando sus alrededores la vista tan maravillosa de ese día.

Caminé hasta llegar a ellos, el frío estaba atormentando poco a poco mis huesos en ese momento. Al acercarme, el ruido entre ellos era nulo, de su boca no salió ninguna palabra.

—¿Por qué están muy serios?—Cuestioné.—Ustedes nunca guardan silencio.

—Esta vista pocas veces se ve, no es necesario hablar mucho.—Contestó Asher.

Él se agachó, tomó un poco de nieve con la mano, y volvió nuevamente a su posición. Se me hizo algo extraño, pero no mencioné nada al respecto.

—Que bellos días, realmente amo todo esto, espero tan siquiera conversar tranquilamente con ustedes.—Confesé extendiendo por completo mi brazo para que cayeran copos de nieve encima de la palma de mi mano.

T H E R E W A R D © [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora