•CAPITULO II•

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Terminé de cepillarme los dientes y miré atentamente mi rostro en el espejo. Algunas facciones mías han cambiado, ciertas manchas aparecieron en mi rostro, supongo que fue por el estrés que sufrí esos días.

Agarré mi pistola y la enfundé en la cintura. Acomodé mi corbata de color negro para que estuviera acordé con mi camisa blanca.

Unos segundos después, varios golpes ligeros azotaron en la puerta.

—¿Quién?—Pregunté esperando por la respuesta.

—Asher.

Alisté con rapidez las últimas cosas que tenía pendientes. Arreglé mi cabello en ese instante, lo odio, pero lo amo.

Agarré mi lápiz labial, aquel que me encantaba. Giré la tapa que lo cubría y observé con detenimiento la pequeña navaja que tenía escondida, sin duda es una buena arma.

Caminé unos metros hasta llegar a la puerta de madera que combinaba con el color de la habitación blanca. Abrí con cuidado y me llevé una sorpresa al ver lo que había detrás de la puerta.

—¿Cómo dormiste, Annie?—Me preguntó una niña pequeña que estaba a un costado de mi compañero.

—Eh... Muy bien, muchas gracias.—Le contesté con una sonrisa.

Estaba bastante extrañada al no saber quién era ella. Ackerley nunca me habló sobre una niña que estaría participando en nuestro contrato.

—Un poco sorpresivo, ¿No?

Asentí con la cabeza.

—Pero confío en ti.—Le afirmé.—Tendrás tus razones.

—Ella se hará pasar por nuestra hija. Necesitamos entrar con un niño.

—Ya estoy lista. Tengo conmigo todo lo necesario.—Le dije.

Al momento de querer retirarme, la visión de mi ojo derecho no fue tan buena. Me tropecé con un mueble, sacudí mi cabeza y lentamente iba regresando mi visión.

—¿Estás bien, Lockhart?—Me preguntó Asher preocupado.

Asentí.

—No te preocupes, no ocurre nada. Estoy nerviosa.

Salí y cerré la puerta. Las personas que se encargaban de la limpieza aún intentaban remover la sangre de las chicas que murieron ayer por la culpa de Michelle. El tono rojizo ardiente aún seguía en el suelo, imposible de no verlo.

—¿Annie?—Me preguntó Asher.

Sacudí mi cabeza y lo volteé a ver enseguida.

—¿Me estás escuchando?

Negué con la cabeza.

—Perdón, lo siento. No volverá a suceder.

—No veas la sangre. No sigas pensando en eso. El pasado tiene que estar enterrado.

¿Que diablos me pasa?

Tienes que estar tranquila...

—Entonces, Ann. El plan es simple. No es una persona por la cual ofrezcan mucho dinero, pero es importante que te acostumbres. Lo sé, es un poco extraño asesinar gente con ropa de Gala, pero es necesario.

¿Gala?

—Ella es una hija de una agente.—Me aclaró mientras señaló a la niña.—Ella ya sabe el plan que va a seguir. No te preocupes por qué sea una pequeña, sabe lo que hace.

—Esta bien. No hay problema. Haré lo mejor que pueda.—Le mencioné.

Él asintió volteando a ver a sus alrededores. Nunca dejó de mirar a todo el mundo, parecía desconfiar de alguien, pero lo disimulaba bastante bien.

T H E R E W A R D © [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora