•CAPITULO VIII•

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—Maldición, entonces si esa persona no es Asher, ¿Quien demonios es?—mencioné en voz baja. Aquellos sonidos que no se quién los provoca, me llena de temor el saber que tipo de persona tenía detrás de mi.

Aún seguía cubriendo mi espalda en la pared. Escuchaba como esos pasos se acercaban más a mi posición, esa persona está jugando conmigo, ya sabe en dónde estoy y solo está jugando a ser el lobo que va a cazar su presa.

Pocos segundos después, escuché una risa que me percaté que estaba detrás mía. Sin tiempo de reaccionar, un pequeño cuchillo se insertó fuertemente en la parte de mi espalda baja, atravesando la pared delgada de mis espaldas, despertando un gran dolor en esa zona.

Me alejé de la pared y cerré la puerta con una patada. Removí el guante negro de mi mano para buscar un kit de primeros auxilios, pero sería mucha fortuna encontrar uno de esos en esta pieza de mierda.

Aquella persona giró la perilla, pero no podía abrirla con facilidad, problemas con la madera vieja. Me preparé física y mentalmente para poder luchar, tenía que hacerlo. Quise llamar a Asher, pero parece que cortaron las comunicaciones.

Tranquila, Annie. Pensaba todo el tiempo.

Unos golpeteos interrumpieron mi concentración. Después de varios intentos, lograron que aquella puerta se viniera cuesta abajo por las patadas, reluciendo una gran cantidad de polvo en el aire. Pude ver una silueta de una mujer con una gran katana, como la de Asher, pero está parecía ser un poco más grande.

—¿En dónde está mi presa?—Cuestionó aquella mujer rubia con una sonrisa de oreja a oreja.

Yo reí un poco cuando ella exclamó con felicidad esas palabras.

—No hablas de mi, hija de puta.

Ella agrandó aún más esa sonrisa por la respuesta que le ofrecí. Detrás de ella, aparecieron dos mujeres más, de gran estatura, calculé un metro con ochenta y seis.

Dos de ellas sostenían katanas, al parecer la última chica del tercio, entre sus dedos colgaba una lanza pequeña, que del pico, caían pequeñas gotas de líquido rojo que lo hacía relucir aún más tenebroso.

—Bien, tres mujeres contra una.—Dije en tono burlesco.—Muy justo.

Mi herida aún seguía mal, tenía que tratarla lo más pronto. No salió mucha sangre, ya que fue hecho con una pequeña navaja en una zona en dónde no hay arterias concretas. Enfundé mi pistola, y desenfunde la pequeña espada que Asher me había obsequiado.

—Tienes idea de quiénes somos, ¿No?—Preguntó la chica de la lanza.

—Si. Las malditas cazarrecompensas rusas. Son conocidas por ser sanguinarias a la hora de matar a sus enemigos.—Expliqué detalladamente mientras trataba mantener la calma.

Una de ellas caminó lentamente hasta colocarse a unos centímetros de mi, me tomó del cuello y golpeó mi estómago con su puño, mi cuerpo no resistió el estar de pie, las piernas temblaban lentamente hasta caer el suelo.

Una sensación de dolor combinada con rabia se juntaron dentro de mi ser, queriendo asesinar a esas mujeres en menos de lo que se lo imaginan.

La misma mujer me cargó, caminó unos metros fuera de la pieza y me dejó caer en el cuarto de baile, lo supe por lo grande que es y las decoraciones. Me coloqué de pie con algunas complicaciones, el dolor por el dichoso golpe me afectó demasiado. Saqué nuevamente a relucir el metal de mi arma. Aquellas chicas parecían estar divirtiéndose, seguramente me trajeron aquí para su entretenimiento.

—Iré yo primero contra ti. Soy la más débil de las tres.—Confesó aquella chica cuyo cabello rubio caía por sus hombros. Y sus ojos color rojizo resaltaban por la iluminación del lugar.

T H E R E W A R D © [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora