Contigo siempre estaré

Capítulo 11

No sé puede remediar

Ririka

Era de esperar. Como si no la conociera. Había pasado algunos días desde que Kirari me pidió indirectamente (mediante un mensaje de texto) hablar por la noche en cuanto regresara a casa (lo cuál habíamos retrasado hasta hoy, cuando por fin pude acorralarla). Los siguientes días después de ese regresé a mi trabajo habitual y en mi horario respetable. Algo justo y meramente merecido. Me sentía alguien plena y serena nuevamente. Incluso luego de varias sacudidas pude reponerme y recobrar la postura.

Ahora déjame aclarar la razón de mi inquietud y la desvergonzada actitud de mi hermana. Kirari no llegó ese día, ni el siguiente. Nisiquiera el siguiente a ese. La esperé paciente hasta tarde por tres días seguidos hasta que me rendí y acepté que no volvería nuevamente en un tiempo. "Debe estar por ahí haciendo de las suyas" pensaba. Con un libro en la mano y una buena taza con café, la esperaba pacientemente en el comedor. Primero: Se había ido por mucho más tiempo del que se había planeado. Segundo: Me dejó plantada (cuando apenas regresó) aún siendo su hermana mayor. Tercero: Nisiquiera se molestó en escribirme. Cuarto: Hoy llegó como si nada deseando buenos días a quien pasara a su lado. Nota mental y manía mega importante: Ella nunca le corresponde las palabras a cualquiera y casi siempre su única ruta es salir del elevador y caminar en línea recta hasta el fondo del pasillo, hacia la derecha y entrar a su oficina. He escuchado el rumor. Despidió a su asistente y le ha tocado sufrir sus travesuras a punta de noches desveladas y largas jornadas de trabajo. Merecido lo tiene. Igual y eso ahora calma mi malestar y enojo hacia ella.

Volviendo al tema principal. Hoy por la mañana caminó alegremente hasta su despacho. Se sirvió una generosa copa de vino blanco. La observé detrás de la puerta entreabierta que dejó, algo extraño. Se relamió los labios y dejó el vidrio sobre el barandal de su pequeño bar.

—Sé que estas ahí. Deja de mirar y ven aquí de una vez— soltó dándome la espalda.
¿Les dije que la había acorralado? Bueno, la atrape bebiendo vino a tempranas horas de la mañana. El café con leche es mejor.

—¿Qué es lo que has estado haciendo? Me dices que tenemos cosas importantes de las que hablar y luces muy seria al respecto, además no fue nada cortés de tu parte. Luego te desapareces otra vez por tanto tiempo y no me dices a donde vas... ¿A qué estás jugando?— abro la puerta completamente y entro cerrando detrás de mí.

—Bueno, eso podrías descubrirlo en cualquier momento. Siento no haberte dicho nada a cambio. Pero eso arruinaría la sorpresa.

Era increíble la tremenda diferencia de personalidad que existe ahora y la que tenía ese día. Siempre tan impredecible.

—No entiendo a qué quieres llegar— respondo sentándome en el enorme sillón cerca de una de las paredes con vista a su escritorio y a la ventana detrás de el.

De pronto, una gran horda de personas invade el espacio privado entre nosotras. Niego con la cabeza mirando de reojo la sonrisa oculta de Kirari detrás de su cristalino líquido. Todos aquí dentro están entusiasmados, eufóricos. Dicen cosas que aún no puedo entender y miro sorprendida a Kirari buscando respuestas.

—Señorita, será un honor recibir órdenes de usted...— dice uno de los empleados del piso de abajo.

¿Ordenes? Apenas y soy capaz de controlar mi apretada agenda.

—¿Eh? Pero no entiendo.
—Lo sabía, Kirari no le había dicho. Rin‐san, me debes diez mil yenes— esa voz... ¿Ibara?

En el marco de la puerta, están casi todos los integrantes de la familia, a excepción se Miri y Miyo, pues luego del accidente decidieron trabajar un tiempo con el centro médico sudeste. La reparación y reapertura se demorará almenos un año, como mínimo.
Me levanto de mi cómodo asiento y me dirijo a recibirlos. Es muy raro vernos nuevamente a todos juntos ¿Esto era lo que mantenía a Kirari alejada? Para nada, debo estar exagerando. Kirari no es tan generosa.