4. Azul

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Dormir juntos / Seamus y Dean

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Dean siempre había sido más del tipo tranquilo.

Pero su unica debilidad era dejarse llevar por las influencias de su mejor amigo. Lo recordaba desde que era chico, sabiendo que era una mala idea intentar un hechizo que no verían hasta tercer año o intentando hacer menjurjes raros con las pociones, y siempre, siempre terminando con la cara llena de carbón y con humo llenando sus fosas nasales, pero con una carcajada que le sentaba bien el corazón.

Ese sentimiento constantemente se le sentaba cuando Seamus le regalaba miradas cargadas de cariño, o cuando accidentalmente sus manos chocaban y ninguno de los dos hacia nada para apartarse.

Por otra parte, sabía que no pasaría de eso, de miradas cargardas de afecto solo por los años de amistad. Dean siempre se decía y recordaba que estaba bien con eso, porque no podría pedir nada más que la compañía de ese extravagante chico, de la persona con la que había podido platicar de sus mayores temores sin miedo a ser juzgado, a quien podía compartirle sus alegrías y triunfos, también a quien podría escuchar por horas o simplemente estar, sin llegar a sentir que era suficiente.

La persona con la que había hecho click desde los once años, su compañero de aventuras y confidente. ¿Realmente valía la pena cambiar eso por un rumbo a ciegas?

No, por supuesto que no.

Negó ligeramente, regañándose a sí mismo, realmente no sabía por qué estaba pensando en esas cosas en ese momento, tal vez por que Seamus se veía realmente lindo en el medio de la pista de baile bailando con Ron y Ginny.

Dean volvió su vista a Harry y Neville, que parecían enfrascados en una buena platica, tomó de su cerveza hasta que no quedara nada y se paró a la barra por otras cuantas, cuando llego dejo una a cada lado de sus amigos y se adentró en la conversación, en un intento por despejar su mente.

Pero su vista siempre volvía al chico con un collar hawaiano -¿de dónde demonios lo había sacado?- que se movía en la pista con facilidad en un baño de luces azul eléctrico, con una risa encantadora, la cual ni siquiera el bullicio del lugar podría opacar. Su corazón empezaba a acelerarse, aun después de tantos años que llevaba viéndolo bailar de esa manera.

Pero sus latidos parecieron desaparecer cuando el chico lo vio desde la pista y se acercó corriendo a él, tomó la cerveza que tenía en su mano con tanta fuerza que estaba a punto de romper la botella.

—Vamos guapo, baila conmigo.

Su mano estaba extendida, y su sonrisa se ensanchaba aún más, creando unas finas arrugas en las esquinas de sus ojos zafiro. Tomo casi la mitad de la botella que apenas acaba de traer de otro jalón, y tomó su mano sintiendo su piel arder por el tacto, cuando lo tuvo de frente pudo notar el rubor que se ahuecaba en sus mejillas por el bochorno.

Se dejo guiar por la pista, el chico llevó sus manos a su propia cintura, sintiendo ese espacio ligero y suave al instante, lo tomó del cuello y comenzó a balancearse. Dean trató de no pensar demasiado, y comenzó a bailar con su chico favorito, diciéndose que debía disfrutar esos momentos con él en lugar de hacerlos agobiantes por sus sentimientos no correspondidos.

Después de casi cinco canciones Seamus tuvo como reto que no se irían de ahí hasta hacer bailar a Harry, así que Dean aprovecho ese tiempo para tomar un poco de aire y tomarse unas cuantas botellas más, no sabía por qué lo estaba haciendo, él nunca había sido realmente bueno tomando, siempre se empezaba a sentir mareado con solo llevar dos.

Y sabía que había sido una mala cuando todos se estaban despidiendo y él no podía ser capaz de estar de pie sin sentir que el mundo le daba vueltas.

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