Flufftober

21. Poesía

Anillos de promesa / Gellert y Albus

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«Aunque jamás tu corazón de hielo palpite en mi presencia estremecido, me es grato recordar que no has podido nunca olvidar nuestro primer amor.Y si pretendes con tenaz empeño seguir indiferente tu camino...Obedece la voz de tu destino, que odiarme puedes; olvidarme, no.»

El sonido de las teclas hacía eco en sus oídos, pero ni siquiera eso podía acallar los gritos internos que desgarraban su alma.

Siempre había sido una persona bastante perceptiva, aprendía rápido, podía retener información con facilidad, y por mucho, su magia era más poderosa que el resto. Ahora eso no parecia tener ningún fin ni propósito.

Tal vez su familia estaba maldita, o él.

Sus dedos seguían su ritmo, ajenos al desastre que estaba aconteciendo en su cabeza.

No fue consciente cuando alguien se sentó a su lado, y comenzó a acompañar sus notas, hasta que su esencia mágica le erizo la piel. Parpadeo, casi saliendo de un trance, sus dedos deteniéndose y descansando en el piano, el chico a su lado no lo miro extrañado porque no lo hubiera notado antes.

—¿Quién eres?

Tal vez no debería tener el atrevimiento de preguntar eso, ya que no era su casa, pero conocía a la señora Thilda desde que tenía conocimiento, y jamás había visto a ese joven ni ahí, ni en todo el valle de Godric.

—¿Quién eres tú? — Por alguna razón, la pregunta no le pareció tan literal como debería de haber sido, se tomó un momento para apreciarlo, el joven estaba realmente cerca de él, y aun podía reconocer su aura, la miraba.

Casi como una segunda piel nebulosa, en un gris desvanecido como un día nublado.

Su rostro era anguloso, y parecia pasarle casi una cabeza, se dio cuenta de que tenía que alzar su rostro para detallarlo, fue entonces cuando vio sus ojos, uno de un azul casi llegando al blanco, y el otro de un café profundo que casi llegaba al negro, se sintió un poco intimidado por ese detalle, delgado y de cabellos rubios que cubrían su rostro, haciéndolo más estilizado.

Jamás lo admitiría, pero se quedó sin aire.

—Albus...

El chico lo miraba expectante, con cierta curiosidad sobre él, hasta que volvió su cuerpo hacia el piano, y sus manos retomaron la melodía donde él se había quedado.

—Dime Albus, ¿qué puede ser tan malo que abrume tu mente de esa manera?

¿Tanto había sido su ensimismamiento? Por algún motivo, se estaba cuestionando todo acerca de las palabras que salían de su boca, de su voz serena y profunda. Él intento aparentar que no pasaba nada mas allá.

—Te sorprenderías — Dijo sin más, y lo acompaño en la pieza.

—Estaría encantado si así fuera.

Volvieron a mirarse, en un instante que parecia carecer de espacio-tiempo, donde todo se había remasterizado y entonces la música iba más lenta.

Pero así como llego, se fue tan rápido al escuchar una voz conocida en el pasillo.

—¡Albus! ¡Veo que ya se conocieron!

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Gellert Grindelwald, ahora el rostro que lo había intrigado tenía nombre y apellido. Sobrino de Bathilda, que recién había llegado ese verano, exestudiante del instituto Durmstrang.