16. El muelle

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—¡Levántate Esther! —gritó mi abuela mientras me jalaba de los pies.

—¡Abuela! ¡Es muy temprano! —me aferré demasiado a mis cobijas.

Ni para la escuela me levantaban tan temprano, eran cerca de las 8 am. Otra cosa ¿Cómo mi abuela de 74 años tiene más fuerza y energía  a comparación de su nieta de 18?

—Es hora de levantarse, el gallo ya canto ¡Vamos levántate!

—Media hora más, se lo suplicó.

—¡No! Ahora arréglate —me soltó y caí a la cama, golpeandome el pie con la esquina de la cama.

Solté un grito ahogado y no me dí cuenta cuando mi abuela se fue.

—Buenos días —bufé.

Tapé mi rostro con una almohada mientras dije:

—"Gracias Señor por un nuevo día, te agradezco que me das la oportunidad de vivir un día más, te pido por favor que tú controles mi día, controla mi lengua y temperamento, en el nombre de Jesús, amén"

Me levanté y me fui a bañar, poniendo una canción de mi playlist de Spotify, al momento de sentir el agua ¡fría! Rozando con mi piel, no evité soltar un grito.

Salí de la regadera temblando del frío, le  agradezco a Dios que no me enferme de hipotermia, tenía demasiado frío y tenía mi piel de gallina.

Tuve que pasar una media hora entre las cobijas para no congelarme, me cambié a una pijama demasiada cómoda y calentita.

Después de una hora salí de mi habitación somnolienta y corrí para abrazar a mi abuela, ella se veía demasiado cómoda y solamente tenía un suéter y un pantalón. Estaba apunto de abalanzarme sobre ella.

—Buenos ¡días! Abuela —la abracé.

—Buenos días hija, ven y ayúdame a cocinar.

—Mejor te ayudo a lavar los platos, sabes que a mi se me quema hasta el arroz.

Aún estaba castigada de no usar la cocina, la última vez que intenté hacer una cena, casí quemó la casa entera.

—Tonterías, ven y ayúdame, te voy a enseñar una nueva receta.

—Está bien —dije sosteniendo la frase —. Abuela ¿Dónde está Edmund?

—Durmiendo plácidamente ¿Por qué? —me volteo para verme y arqueo una ceja.

—¿Por qué a él no lo despertaste?

—Porqué es nuestro invitado ¿Quién te enseñó a ser tan irrespetuosa?

El mismo Edmund, aún recuerdo como siempre me despierta zangoloteandome sin piedad. No dije nada y comencé a cocinar junto con mi abuela. Unos treinta o cuarenta minutos después llegó Edmund, en pijama somnoliento. Dío un salto de sorpresa al verme ya despierta.

—Pensé que estarías dormida —dijo entre bostezos.

Su rostro no tenía comparación alguna.

—Lo estaría, pero una señora llamada abuela Carlota me despertó —bromíe malévolamente.

—¡Sigue así Esther y te llevaras un jalón de orejas! —amenazó mi abuela con una cuchara de metal en la mano.

Nos miramos desafiantes y después las dos reímos al mismo tiempo, solamente jugábamos. Edmund sonrió y mi abuela dijo:

El camino de una luciérnaga [Novela Cristiana]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora