15. Hogar dulce hogar

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—Y bueno... ¿Cuál es el plan? —dijo el narnio con una mochila en la mano.

Después de unos minutos habíamos salido del internado, ya todo estaba vacío y en unos minutos cerraran sus puertas hasta que finalicen las vacaciones.

—La verdad, no tengo idea, no pensé que llegaríamos tan lejos —me senté en la misma banca de hace un rato.

Él se sentó en la banqueta, teníamos que comenzar a idear un plan pronto, el camino a Nueva Orleans es muy largo y tardaríamos horas en llegar.

Tardamos unos minutos sentados, hasta que se ocurrió una idea. Me levanté rápido y le dije:

—¡Edmund! —volteó hacia mi asustado—. ¿Hay algún lugar en Boston que nos transporte a Nueva Orleans, lo más rápido posible.

Pensó un poco, de pronto sus ojos se iluminaron de esperanza y se levantó feliz. Asintió y comenzó a caminar, sin decir ninguna palabra. Rápidamente agarre mi maleta y comencé a correr para alcanzarlo.

—¿A dónde vamos? ¿Cuál es tú idea?

—Hay muchas formas de llegar a Nueva Orleans, pero conozco una en especial que te gustará mucho y además es muy económica.

—Okey y cual es —dije mientras me estaba comenzando a cansar.

—Es una sorpresa, conociéndote te gustará.

De pronto el caminar se convirtió en correr. Pasamos demasiados minutos caminando y me estaba quedando si  fuerzas. Correr por las escaleras de un edificio no se comparaba con ésto.

Aunque iba corriendo había notado la mirada de las personas de los alrededores, se preguntaban el por qué habían dos personas corriendo como si no hubiera un mañana y con maletas.

—¿Me vas a decir ahora a donde vamos? —decrete.

—No.

No había notado que en la banqueta había un pequeño pozo, hasta que caí al suelo. Mi pie entró en el pequeño pozo causando que me tropezara.

Al golpearme con el suelo emiti un pequeño grito. Edmund lo notó y se acercó corriendo hacia mi.

—¿Estás bien? —dijo alarmado mientras me ayudaba a levantarme.

Junte todas mis fuerzas para poder hablar, pero las palabras se quedaban y se perdían en mi boca.

—Si, sólo que me duele demasiado el tobillo —mencioné con dolor.

Cerca había una pequeña banca, con ayuda del narnio logré llegar a ella y sentarme. El dolor era insoportable. Mi cabeza recorrió millones de escenas ¿Y si me rompí el tobillo? ¿Ocuparé yeso?

Después de unos tres o cuatro minutos dije:

—Creo que estoy mejor —me intenté levantar—. ¡No, no estoy mejor! —me volví a sentar.

No teníamos nada, mi tobillo no estaba hinchado, solo note algunos moretones, aunque la molestia era demasiado.

—Creo que hoy no llegaremos a Nueva Orleans, espero que mi abuela no se preocupe demasiado —dije sin esperanza.

—No pierdas la esperanza, Clark —dijo pensativo.

—Narnio ¡¿Qué cosa nos puede llevar a Nueva Orleans hoy al anochecer?! Los camiones hoy están sin funcionamiento debido al mal tiempo, no tenemos dinero para pasajes de avión y no tengo demasiado dinero como para rentar un lugar para dormir.

—Se me ocurre algo —dijo Edmund mientras se quitaba su mochila.

—Ah, si ¿Cómo que? —recargue mi cabeza en el respaldo de la banca.

El camino de una luciérnaga [Novela Cristiana]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora