cincuenta y siete

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Entre broma y broma la verdad se asoma, Vincenc. 

Íbamos a salir al patio; hacía frío y estaba lloviendo, yo solo llevaba una sudadera. No quería quitarme tu chaqueta, pero al fin y al cabo era tuya.

Minna:
¿Quieres la chaqueta?

Vincenc:
Si vas a tener frío, no.

Sonreí, dejándomela puesta. Me venía enorme: me tapaba por completo las manos y me llegaba por medio muslo, pero aún y así me encantaba tenerla puesta.

Cuando estábamos abajo tú viniste con nosotras.

Pero a Maureen le faltó tiempo para venir. Y a ti te faltó tiempo para besarla.

Yo me limité a apartar la vista de ti y de ella, y noté como te dabas cuenta.

Después de un par de segundos se marchó y nosotros volvimos a estar un rato riendo y diciendo tonterías cuando la misma chica de antes dijo que quería un novio para que le dejase su chaqueta. Yo dije lo mismo. Y entonces, tú hablaste:

Vincenc:
Yo te dejo la chaqueta a ti, Minna. Yo soy tu novio.

Yo me reí, no haciéndote caso, pero volviste a hablar.

Vincenc:
De verdad, soy tu novio, eh.

Te miré a los ojos y veía como me sonreías, abriendo los brazos para que fuese a abrazarte. Y eso hice. Me puse de puntillas y pasé los brazos por tu cuello y tu colocaste tus manos sobre mi cintura.

Minna:
Entonces debes tener muchas novias, ¿no?

Vincenc:
No, solo te la dejo a ti. Solo tengo una novia.

Minna:
¿Y Maureen? ¿Ella qué?

Vincenc:
Vamos, Minna. Ella no es mi novia, ya lo sabes.

Minna:
Pero...

Vincenc:
No empieces.

Me encogí de hombros, quitándole importáncia al tema. Si no querías hablar de Maureen conmigo, no iba a ser yo quien te suplicara hablar de ella. 

Vincenc GambelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora