III

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—¿Q-qué? —titubeó un poco, no se esperaba esa pregunta y no sabía cómo responderla o justificarla—. ¿Quién es el que está en mi proyecto?

—Así es. Verás... —La docente se acomodó las gafas— Un amigo postuló para ser fotógrafo en Louis Vuitton, y creo que tu modelo podría trabajar en una sesión de fotos con él. Ya sabes, para poder mandarlo a la compañía y tener la oportunidad de trabajar ahí.

Eso no se lo esperaba.

Para que pase eso definitivamente tenía algo de culpa. Puede que haya usado a cierto desconocido para los trabajos de la semana. Algo obsesivo contando que ni se conocían.

—Se lo haré saber. Si al modelo de mis dibujos le interesa, le daré su número.

¿Qué acababa de decir? Deseaba darse una bofetada en ese mismo instante. Ni se conocían y además lo tomaba cómo su modelo propio. Ese hombre puso sus días de cabeza, pero ya no tenía la voluntad suficiente como para reivindicarse y decir: "Pasa, Señora Terrier, que no es mi modelo, ni siquiera lo conozco. Más bien, parezco un acosador dibujándolo todos los días y para absolutamente todas las situaciones. Pero, si por arte de magia lo vuelvo a ver porque solo lo vi una vez, le haré saber su deseo". La verdad era que ese hombre lo había metido no solo en problemas, sino también que ese mismo se aparecía en sus sueños, en sus pinturas, bocetos, ideas, en todo. Estaba en un gran lío todos los días antes y después de pintar, se cuestionaba porqué tan de repente se sentía diferente, solo cruzaron miradas y lo escuchó cantar. ¿Tan grave fue su impacto? "Una flecha clavada en el corazón", te mata literalmente hablando, pero metafóricamente describía sus cuestionamientos.

—Egoísta con tus modelos... Bien Jeon, eso sirve en el mundo laboral estos días. Está bien, no hay ningún problema. Felicidades por tus proyectos, como siempre. Nos vemos el lunes de nuevo.

—Hasta luego, Señora Terrier.

Era viernes de nuevo. Caminaba desde la universidad hasta su departamento. Era muy afortunado por la posición de su familia. Teniendo un padre dueño de una cadena de restaurantes y una madre premiada como la mejor periodista de la revista TIME, el departamento no era nada. Aunque por eso mismo quería independizarse lo antes posible. Ser de una familia adinerada tenía bajas emocionales y sociales, por ejemplo, la gente se le acercaba por el dinero. Así que cuando ingresó a la universidad, rechazó el lujoso loft que le ofreció su papá y prefirió un departamento de precio normal, tamaño normal, y ubicación normal. Todos los meses sus padres le seguían depositando dinero por voluntad propia, pero prefería un trabajo en una pequeña cafetería con un sueldo suficiente. Además, recibía propinas cuando hacía retratos con un poco de café y un pincel. Puede que sus padres no estén conformes, pero bueno, era su vida. Con tropezones, aprendería.

Una vida simple, contrario a las grandes expectativas que alguna vez todos imaginaron. Nadie veía que, si uno hace lo que quiere con dedicación, puede llegar a ser grande en la vida. Dependía de él hacer que funcionase. Había estado planeando algunas cosas para empezar a crecer de a pocos. Por ahora, repetiría lo de cada viernes. Iría al bar a despejarse, y aunque le costaba mucho admitirlo, a ver si encontraba a su modelo desconocido.

Caminó más rápido que otras veces, cuando llegó encontró a Namjoon acomodando los parlantes. Decidió acercarse a saludarlo y ver si podía ayudarle en algo.

—Namjoon... Buenas Noches —. Se acercó y le sonrío con amabilidad, recibiendo el mismo gesto también.

—Buenas Noches, Picasso.

—¿Te ayudo en algo? —observó al rededor como buscando algo en que colaborar.

—Sí. Gracias —Su vista se dirigió a la barra y luego devolvió su mirada a Jungkook. — ¿Podrías traer el micrófono de la barra, por favor?

With his Art | taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora