XXI

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—¿Estás comiendo bien?

—¿Yo? Claro que sí, mamá. No debes preocuparte por eso.

—Siempre lo haré, cariño. Incluso si ahora tienes para comer por décadas, siempre te voy a preguntar si has comido bien.

«Respira, respira hondo, inhala y exhala, no llores en el teléfono»

—Mamá, nunca dejes de hacerlo —dijo, suplicándole a la vida muchos años más para su madre.

—Está bien, engreído. De la nada te pones en ese plan aniñado. Aún no me voy a morir, por si acaso.

—Mamá —le reclamó Tae.

La muerte era un tema sensible para él. No podía imaginar una vida sin las personas que más amaba en el mundo y que un día solo queden memorias frágiles como las alas de una mariposa. El olvido, olvidar la voz que te arrullaba, la que decía "te amo", la que te llamaba todos los días, la que te preguntaba tu estado. Olvidar el tacto de un abrazo, beso, el aroma o los momentos, era, ciertamente, tenebroso. Una obra cruel que la vida hacía para decirte que hasta ahí era tu tiempo, que ya no tienes nada qué hacer y que ya cumpliste tú misión. Irte, quién sabe a dónde, y dejar a los que has amado; que se vayan y te dejen, sin tener certeza si, espiritualmente, vuelven. Si pudiera, haría eternas a todas esas personas que lo hacían sentir vivo y feliz.

—Dejaré de bromear con eso el día en que me vaya al paraíso, ya te lo he dicho. Hijito... si uno no ríe de lo que le abruma, nos vamos muriendo en vida.

Taehyung suspiró pesadamente. Los años pasaban, la muerte era inevitable y solo queda la asimilación de aquel terrible destino.

—Sí, tienes razón...

—Siempre la tengo... Y ¿Cómo está él? —Hye Jin cambió de tema al presentir un cambio en el ánimo de su hijo.

—¿Él? —esbozó una sonrisa —Hablé con él por la mañana, vendrá dentro de un rato, está en el local de su nuevo taller de pintura.

Un garaje, eso era antes de remodelarlo por completo y ponerle su toque estético a todo. Al parecer, una parejita de ancianos quería vender su casa y no conseguían comprador, así que Jungkook fue y les ofreció alquilar su garaje y el patio al que tenía salida. Aquella pareja aceptó porque necesitaban esos ingresos para un tratamiento, y todos los días, en agradecimiento, le invitaban a Jungkook una merienda. Taehyung siempre veía contento las fotos del proceso de su taller. Jungkook le enviaba fotos regularmente para pedir opiniones o simplemente mostrarle algo nuevo que había comprado para ese lugar. Meses después estaba casi listo y solo tenía que finiquitar algunos detalles antes de poner el anuncio e iniciar el proyecto.

Verlo cumplir sus sueños era algo tan tranquilizador para Taehyung, después de todo, el suyo estaba congelado en un invierno que parecía eterno. Lo bueno de toda la atención que Jungkook había recibido de los medios y del público era que lo iba ayudar bastante a la hora de abrir las inscripciones. Sus redes sociales ahora eran muy conocidas, hace poco subió un reel del proceso de una pintura y fue viral en poco tiempo.

—Lo vi en las noticias, debió sentirse un poco expuesto con todos los datos personales que difundieron —continuó su mamá.

Algo inevitable. Jungkook era una persona muy cerrada, sus proyectos no los contaba a cualquiera, su familia no a todos se la presentaba. Su pasado lo había hecho así, y Taehyung comprendía que ser reservado era mejor que divulgar todo por todos lados. Incluso ahora, ser reservado salvó a su novio de restricciones mayores por parte de una empresa a la que ni siquiera pertenecía.

—Lo estuvo —respondió —. Ahora debe tener más cuidado con lo que publica en redes sociales. El gerente me explicó que un error de él es mi despido, y también lo hicieron firmar, a raíz de lo de la cafetería, otro contrato de confidencialidad.

With his Art | taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora