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La flor smeraldo era una muy difícil de encontrar, era tan especial que las pocas que veías en las florerías se agotaban apenas eran expuestas. Eran de pétalos blancos combinados con púrpura y azul, haciendo que su apariencia sea similar a la piedra preciosa del mismo nombre. Cuando la luz del sol les daba parecían brillar incluso más haciendo que su belleza aumentara enormemente. Encontrar una era como una aguja en un pajar, entonces él un día decidió plantarla y ver qué pasaba. Solo fueron dos flores que con el paso del tiempo dieron origen a otras dos más, luego a otra más, luego a dos más, luego a tres. Esas flores hacían a su apartamento, chiquito y a penas sostenible, más feliz. Sintió desde siempre que la decisión de plantarla fue más que un capricho, un latido de su corazón que le dijo "esto será para quién decidamos amar". Ahora él estaba en una esquina, esperando a Jungkook con los nervios a tope y un ramo de flores smeraldo temblando en sus manos. Tenía miedo de que en uno de esos temblores los tallos de las flores se rompieran, pues eran demasiado delgadas.

Vio a Jungkook al otro lado de la calle, su respiración seguía siendo rápida y trataba de frenarla un poco más. Pero su corazón sabía que era el día y el momento. Cuando Jungkook estuvo frente a él se animó a inclinarse y darle un beso corto pero necesario, esa sola acción lo llenó de la tranquilidad que a su sistema nervioso le hacía falta.

Jungkook se separó, su sonrisa se ensanchó al ver el pequeño ramo. Las smeraldo con lluvia, una flor blanca y pequeña usada en muchos adornos florales, se veían más hermosas aún. Lo recibió tembloroso, y Taehyung sostuvo su mano libre para empezar a caminar al bar de cada viernes por la noche. En el silencio cómodo, Jungkook trató de no llorar por esa acción. Nadie jamás le había dado flores, y su primera vez fue con la flor más preciosa que podía existir.

Él sabía el significado de esa flor, y es que se basa principalmente en una leyenda. En esa leyenda, un hombre creó la flor más hermosa para una muchacha que se infiltraba en su jardín para robarle rosas, tulipanes y girasoles; luego las vendía en el mercado y sustentaba su vida. Demoró semanas creándola, y finalmente la plantó en todo el jardín. El jamás se había revelado a la mujer, sentía que la iba a espantar con la fealdad de su rostro, una fealdad que fue más una máscara creada por y para la gente. La muchacha nunca llegó, tiempo después se enteró que había muerto, y esa flor que era la representación de su persona y que estaba dispuesto a entregársela jamás pudo ser recogida. Una sinceridad que no llegó jamás a su receptor, una sinceridad perdida entre flores bellas que ocultaban el sentimiento horrible de la soledad.

Actualmente, regalar la flor smeraldo era sinónimo de entregarte a ti entero, era como dar esa sinceridad que ese hombre jamás pudo. La garganta de Jungkook se vio invadida por un nudo de emociones al ver ese ramo. Hace poco Taehyung se había dejado ver completo, sin intentos de fortaleza o felicidad de por medio, fue ese su momento más brillante. Para Jungkook ese presente viviría por siempre, aunque se marchitaran en un par de días, igual que su amor por Taehyung, si éste se veía interrumpido nunca lo olvidaría y su corazón latiría siempre por él.

Cuando llegaron, Namjoon les recibió feliz como de costumbre. Él había notado las luces de un amor naciente hace poco, pero ahora las veía mejor consolidadas. En su pecho hubo el alivio de que dos personas se hayan salvado. No sabía nada más de ellos, solo que eran clientes regulares de su pequeño negocio y que así eran especiales.

—Ésta noche quiero que cantes conmigo —. Taehyung había estado esperando por decir eso desde la noche que pasó en su casa. Lo había escuchado cantar, y su voz era tan dulce que lo relajó y adormeció en el sillón e hizo su sueño más reparador.

—¿Cómo voy a cantar contigo?, arruinaría tu presentación —Jungkook rió.

—No, Kook. Hablo enserio...

With his Art | taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora