GioMis Flufftober 2021

Día 7: Enfermo

En el momento en que regresó a la conciencia su cuerpo se sentía mucho más agotado que de costumbre, normalmente le cuesta despertar en las mañanas por lo cómodo que se encuentra, pero ahora era diferente, su cuerpo estaba pesado e indispuesto, su cabeza le dolía y daba vueltas y notaba que estaba sudando bastante bajo las cobijas.

Giorno abrió los ojos y agradeció internamente que las cortinas fuesen lo suficientemente gruesas para tapar la luz del sol lo suficiente para que la habitación siga tenue.

Notó también que algo hacía falta, o más bien alguien. Su cama se sentía horriblemente vacía y el sonido de la ducha del baño de su habitación le respondía la inútil duda que se formó por unos segundos en su cerebro. De repente el sonido del agua cesó y momentos después la puerta se abrió y de ella salió Mista quien únicamente estaba cubierto con una toalla en su cadera y aún se podían ver gotas en su piel bronceada y caer de sus rizos oscuros.

Mista se acercó a la cama dándose cuenta que su jefe ya había despertado y le sonrió tan cálida y dulcemente como todas las mañanas.

— ¿Te desperté con el sonido de la regadera? — Le preguntó con ese suave tono de voz que Giorno tanto ama y le da solo a él. El rubio negó.

— Guido, estoy caliente. — Contestó dejando notar en su voz que no se sentía completamente bien, cosa que el otro no notó.

— Oh, ¿entonces algo rápido antes de ir a trabajar? — Dijo coqueto y se inclinó para besar al chico en la cama pero una mano obstruyo su paso hacia esos labios resecos y ligeramente agrietados.

— No, Guido. — Tomó de la muñeca de Mista y le puso la mano en su frente cubierta por rubios cabellos sueltos. — Literalmente estoy caliente, creo que tengo fiebre. —

— Mierda, podría cocinar algo sobre ti. — Retiró su mano. — Te dije que te enfermerías si seguías descuidandote, dulzura. — Mista mojó lo mejor que pudo la palma de su mano con su cabello aún húmedo y la colocó de nuevo en la frente de Giorno.

— Lo sé... — Se estremeció ante el tacto, era incómodo y reconfortante a la vez ese choque frío sobre su cuerpo en temperatura. — Llama a Bucciarati y dile que llegaré un poco tarde, también tráeme cualquier cosa para bajar la fiebre, procura que no sepa tan mal. — Se enderezó para sentarse y salir de la cama pero Mista lo detuvo posando sus manos sobre sus hombros haciéndole acostarse de nuevo.

— Estás loco si piensas ir a trabajar así. Te quedarás en cama hasta que te mejores. — Normalmente Giorno amaba cuando Mista se ponía autoritario con él, pero no bajo este contexto.

— No puedo faltar, hay mucho por hacer y tengo una reunión importante hoy. —

— Le diré a Bucciarati que se haga cargo de eso, estoy seguro que no le molestará y estará de acuerdo en que no es bueno para ti trabajar cuando estás enfermo. —

Giorno quería replicar pero sabía que Mista estaba en lo correcto, además el mareo y el cansancio le hacían más difícil estar en sus cinco sentidos.

— Llamaré al doctor y traeré unos paños húmedos para ayudar con tu temperatura. —

Giorno se quedó en silencio observando a Mista el cual rápidamente se cambió con su ropa típica excepto por su gorro y remplazo sus botas por un par de pantuflas de de león y salió de la habitación que compartían. Odiaba enfermarse, prefería ser herido, en esa situación podría sanarse con Golden Experience, sin embargo la enfermedad era algo con lo que su Stand no podía interferir y no le quedaba otra opción más que sanar de modo convencional. Además detestaba el sabor amargo de la medicina.

No pasaron muchos minutos después cuando Mista finalmente regreso con una bandeja de agua y un par de paños. Dejó las cosas en la mesita de noche al lado de la cama y mojó el pequeño paño amarillo para después colocarlo en la frente de su pareja, Giorno tembló ante la sensación.

— Está frío. — Se quejó tomando su cobija y tapándose hasta la mitad del rostro. Mista sonrió, amaba que Giorno sintiera esa confianza en él para ser más que un Don, ser una persona que siente como cualquier otra.

— No te cubras tanto, podría elevar tu temperatura. — Le destapó hasta la mitad del abdomen y desabrochó los botones de su pijamada sudada para dejar que su pecho se ventile. — Ya llamé al doctor, estará aquí en diez minutos. —

Tal como Mista había dicho, el doctor llegó, un hombre de mediana edad y robusto, era el médico de confianza de muchos integrantes de Passione. El profesional revisó a Giorno y después de asegurarse de que no tuviese nada grave le recetó medicamentos e instrucciones de reposa para después irse y dejar de nuevo sola a la pareja.

— Ya escuchaste al doctor, cariño. Debes descansar. — Le dio un beso en la frente antes de colocar el paño recién humedecido de nuevo. — Iré a comprar tus medicinas y después te prepararé el desayuno. — Leyó lo escrito por el doctor en la receta. — ¿Hay algo que quieras desayunar en especial? —

— En realidad no tengo hambre. — Respondió con algo de dificultad, estaba tan cansado que sentía que se dormiría pronto.

— Debes comer, de lo contrario no mejorarás. — Giorno desvió la mirada ante el regaño. — Te compraré pudín y te lo podrás comer si tomas todas tus medicinas. —

— Deja de tratarme como un niño, soy tu jefe. —

— Mi jefe no sabe cuidar su salud. — Caminó a la puerta y la abrió. — No tardo. Te amo. — Mista escuchó un susurro de "Te amo" a penas audible y sonrió para después salir y cerrar la puerta detrás de él.

La mirada de Giorno no se despegó de la puerta incluso después de que Mista se fue, ni siquiera cuando escuchó la puerta principal cerrarse y la moto de Mista encenderse y partir. Y si bien sus ojos veían la puerta su mente divagaba en pensamientos que muchas veces se niega a aceptar que siguen ahí, esos que algunas noches le torturaban con vividas pesadillas y le arrebataban el sueño.

Estaba enfermo y solo. Simplemente le era imposible no recordar cuando era un niño y esta sensación era parte de su vida diaria. Estar solo era algo que vivía desde que tiene memoria, sentirse mal y con su cuerpo adolorido se agregó cuando se mudó a Italia y su padrastro comenzó a herirlo casi a diario repitiéndole mil veces los supuestos errores que cometía y por ello nadie lo querría jamás.

Por otra parte su lado lógico le decía que pensar en eso era inútil y absurdo, ya no era un niño asustado y que temblaba ante cualquier cosa que le asustaba -que era casi todo- él era Don Giovanna, era el jefe de la mafia. Ya no estaba solo, tenía a su nueva familia que procuraban estar siempre a su lado y lo impulsaban como persona. Ya no sería lastimado, es fuerte y puede con cualquier obstáculo, estaba seguro que no necesitaría esforzarse mucho para partir en dos aquel cinturón que el horrible hombre usaba para golpearlo. Y más importante, esa mentira que le repetía una y otra vez "Nadie te quiere", una vez la llegó a creer esas palabras, sin embargo escuchar a Mista decirle en cada oportunidad que lo amaba le había dejado en claro que lo que su padre aseguraba era solo otra cruel mentira para hacer sufrir a un niño.

Se comenzó a regalar a sí mismo, no era justo para él seguir pensando en el pasado que se supone superó hace mucho tiempo, tampoco era justo para Mista sentirse no amado, su novio le demostraba con acciones y palabras que su amor era puro y verdadero, no debía dudar de él cuando nunca le había dado motivos para hacerlo.

No supo cuánto tiempo estuvo perdido en sus pensamientos porque de repente la puerta de su habitación se abrió y Mista entró con una bolsa y sonriendole.

— Haré algo de trampa, te daré un pudín ahora y otro después de tomar tu medicina pero no le digas a Bucciarati que te estoy consintiendo demasiado. — Colocó la bolsa sobre la cama y de ella sacó un envase pequeño del postre y una cucharita que venía incluida. Mista abrió el pudín y sacó una porción que acercó a la boca de Giorno. — Di "Aaah". —

Giorno sabía que tenía fiebre, pero no sabía si el calor en su rostro y pecho que sentía justo en ese momento eran por la enfermedad o lo que Mista provocaba en él.

~❁~

Mista es el mejor novio. <3
Cris se despide, bye.