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La escuchaba mientras escribía así que aquí la tienen para que se metan un poco más.

*Sofía*

El frasco, con la caída se debe de hacer agrietado dejando así que el calmante es escapase.

Mierda, se va a morir.

Digo, no es que me importe, como dice papá "Son monstruos y los monstruos devuelven morir" el problema es que no puedo llevarla arrastrando hasta casa. Además, se me acabó el somnífero así que no puedo dormir a otro. No puedo regresar con las manos vacías.

Con un movimiento rápido la tiro a un costado, me siento sobre ella y con las esposas de metal que tenía en mi bolsillo le ato las manos en su espalda.

—Ve lo que hiciste, acabas de sentenciarte— le muestro el frasco vacío. Sus ojos se abren como platos pero inmediatamente se cierra fuertemente. Ya lo siente...

—No es cierto—murmura entre dientes. Sus ojos se abren mostrando un amarillo brillante, borrando así al café. Lucen como estrellas. Estrellas opacadas por el dolor que reflejaban.

Empieza a retorcerse en el suelo soltando suaves quejidos. Me levanto y alejo de ella, teniendo así vista completa de su sufrimiento. Quiero apartar la vista pero no puedo, tengo que ser fuerte, no debo sufrir por bestias.

Sangre empieza a aparecer en sus muñecas gracias a las esposas. Di un paso hacia adelante. Si se las quito me mataría. Retrocedí. Seguramente agravaban su dolor, el que yo le causé.

No lo resistí y fui hasta ella poniéndome de rodillas. Me miraba suplicante, con lagrima en lo ojos. Se las saqué lo más rápido que pude y me quede ahí, sin saber que hacer, mirándola agonizar.

Moriría, ella moriría.

Mates (Raven y Luna) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora