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Había pasado una semana desde que la pequeña Oriana había sido dejada en la iglesia, y durante esos días, el padre Orsi había esperado, con una esperanza silenciosa, que la madre de la niña apareciera para reclamarla. Cada día que pasaba, su mirada se perdía en el horizonte, esperando ver aquella figura entre las sombras del bosque, pero la mujer nunca llegó. No hubo ni una señal, ni un rastro. La verdad se fue asentando lentamente en su corazón: ella no iba a volver.

El padre Orsi suspiraba con tristeza cada vez que pensaba en ello. La historia era demasiado familiar: padres que dejaban a sus hijos al no poder cuidarlos, o simplemente porque no los querían. Pero esta vez, había algo más que lo inquietaba. Oriana, una bebé tan pequeña, indefensa, había sido abandonada. El pensamiento le pesaba, y aunque no podía entender del todo los motivos de aquella madre, sabía que su deber ahora era claro.

Mientras observaba a la niña jugar en el regazo de la hermana Lily, Orsi sintió que el cariño que había desarrollado por ella crecía con cada día. Aunque Oriana no era su hija de sangre, el vínculo que empezaba a formarse era tan fuerte como si lo fuera. Cuidaría de ella, con todo el amor que tenía en su corazón, igual que lo había hecho con Asta y Yuno. Nunca permitiría que Oriana se sintiera sola o desamparada. Ahora era parte de su familia, una familia que le daría el amor y la seguridad que necesitaba.

Esa noche, como de costumbre, todos se reunieron en el comedor de la iglesia. Los niños correteaban, riendo y jugando antes de la cena, mientras Oriana, en los brazos de la hermana Lily, estaba absorta en algo tan simple como las manos de su cuidadora, que jugueteaban con sus pequeños dedos. La hermana Lily, con ojos llenos de ternura, acariciaba suavemente la mejilla de la bebé, que respondía con una risita suave, completamente ajena al peso de su situación.

El padre Orsi, sentado a la cabecera de la mesa, los observaba en silencio antes de juntar las manos y mirar a los presentes. Su mirada se posó en la pequeña albina, que ahora era parte de la iglesia, y su corazón se llenó de una mezcla de tristeza y determinación.

—Ha pasado una semana desde que Oriana llegó a nosotros y su madre no ha regresado. He llegado a la conclusión de que cuidaremos de ella. —comenzó, su voz tranquila pero con un matiz de gravedad.  

El silencio se rompió de inmediato con la alegría de los niños. Asta, en su típica euforia, no pudo contener su emoción al escuchar que Oriana sería oficialmente parte de la familia, mientras Yuno sonreía en silencio, complacido de tener una nueva hermanita a la que proteger. Ninguno de ellos preguntó más allá de lo necesario. A su manera, ya habían aceptado a Oriana como su hermana, y su alegría al saber que sería cuidada por la familia de la iglesia era evidente.

La hermana Lily observó a la pequeña en sus brazos, sus ojos azul verdoso brillando con ternura y una suave sonrisa en sus labios. Mientras la niña continuaba jugando con sus manos, un sentimiento profundo de protección creció en su interior. Sabía, al igual que Orsi, que Oriana estaba destinada a ser parte de algo más grande, una familia que le brindaría todo el amor y cuidado que necesitaba, sin importar los fantasmas del pasado que la rodearan.

El padre Orsi, con un suspiro tranquilo, dejó que la calidez de aquella decisión se asentara entre ellos. Oriana, sin saberlo aún, había encontrado un hogar.

Desde el momento en que el padre Orsi asumió la tutela de la pequeña Oriana, Yuno y Asta se convirtieron en sus protectores más cercanos. Ambos niños habían hecho una promesa, tanto a la madre de Oriana como entre ellos mismos: cuidarían de ella siempre, como los hermanos mayores que el destino les había permitido ser. Con cada estación que pasaba, Oriana crecía rodeada de amor, siempre en compañía de las personas que la habían visto dar sus primeros pasos, decir sus primeras palabras, y reír por primera vez. Aunque no compartían lazos de sangre, la conexión entre ellos era inquebrantable. Eran una familia, en el sentido más profundo de la palabra.

¿De quién eres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora