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El ambiente estaba impregnado de una calma tensa mientras los magos de los dos escuadrones avanzaban con un solo propósito: salir de aquella mazmorra antes de que la estructura colapsara por completo. Luck  iba al lado de Yuno, indicándole con tranquilidad el camino correcto, su voz suave pero decidida guiando al grupo a través del caos. El sonido de escombros cayendo resonaba a su alrededor, pero cada obstáculo fue eliminado sin esfuerzo por los rápidos reflejos de Luck y Yuno, quienes, con precisión, destruían los fragmentos de techo que amenazaban con caer sobre ellos.

El aire fresco comenzó a colarse entre los escombros, y poco a poco, la luz del exterior se volvió más brillante, hasta que finalmente, el grupo emergió al exterior. La mazmorra, ahora en ruinas, se desmoronó detrás de ellos, bloqueando cualquier posibilidad de regresar. El peligro había pasado, y Yuno guió su arca a un lugar tranquilo, donde podrían descansar un momento antes de regresar a sus bases y dar su informe de la misión.

Mimosa, habiendo agotado gran parte de su maná al curar a sus compañeros, se dejó caer con un suspiro de alivio. Sus ojos recorrieron el grupo, viendo a todos agotados pero vivos, un pequeño triunfo después de todo lo que habían enfrentado. Su mirada se posó en Oriana, que dormía plácidamente en los brazos de Raven, tan pequeña y frágil, y sin embargo, tan poderosa con sus dos grimorios. Era difícil imaginar que aquella niña, acurrucada como un bebé, fuera capaz de manejar tal poder.

Asta, por su parte, empezó a recuperar la conciencia lentamente. Sus ojos se abrieron con confusión al notar a sus compañeros rodeándolo, sus rostros marcados por la fatiga pero también por el alivio. Se incorporó con esfuerzo, aunque el dolor recorrió su cuerpo en un latigazo agudo que le arrancó una queja.

—¡¿Dónde está Oriana?!—gritó con una mezcla de alarma y preocupación, recordando de golpe la imagen de su hermana corriendo hacia él.

Antes de que pudiera continuar, un golpe en la cabeza lo silenció.

—Cállate, enano gritón, o vas a despertar a la niña —le recriminó Raven con su tono severo pero sin malicia, bajando la mano con la que le había dado el puñetazo.

-Ay, ay, ay... Eres igualita al capitán Yami. ¿No serán familia?—bromeó Asta, llevándose la mano a la cabeza adolorida, pero cualquier otra queja se desvaneció cuando vio a Oriana aferrada a la ropa de Raven, dormida profundamente.

—Ella está bien, solo está descansando usar dos grimorios debió agotarla mucho. Ahora necesita recuperarse. —intervino Mimosa con una sonrisa suave, intentando calmar la preocupación de Asta.  

Con eso, Asta se relajó un poco, observando a su hermana dormida. Mientras los demás descansaban, él y Yuno se apartaron para hablar en voz baja, el eco de la casi muerte que habían experimentado a ellos y a Oriana aún pesaba en sus mentes. El tema de volverse más fuertes surgió inevitablemente, ambos sabían que no podían permitirse ser tan débiles otra vez. Asta, con su determinación implacable, y Yuno, con su tranquila resolución, discutieron sobre lo que debían hacer para proteger mejor a los suyos.

—Tenemos que encontrar a su verdadera familia Oriana no debería estar viviendo esto. Es solo una niña, y este trabajo es demasiado peligroso para ella.—murmuró Yuno, con un tono serio pero sereno 

Asta asintió en silencio, aunque sabía que separarse de su hermana sería doloroso, comprendía que era lo mejor para ella. Ambos compartían un mismo juramento, uno que no solo implicaba proteger a Oriana, sino también competir para ver quién se convertiría en el próximo Rey Mago. Un juramento que mantenía viva la esperanza y los sueños, incluso en los momentos más oscuros.

Entre sueños, Oriana movió los labios, murmurando algo, como si también estuviera peleando una batalla en su propio mundo onírico.

Oriana, profundamente sumida en sus sueños, murmuraba entre suspiros.

¿De quién eres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora