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La tarde comenzó a caer lentamente, bañando la iglesia en una luz suave y dorada. Oriana, llena de alegría, felicitaba a sus amigos huérfanos por sus nuevos grimorios, cuando de repente se dio cuenta de que faltaban dos personas muy importantes: Asta y Yuno. Con una preocupación tierna en su pequeño corazón, decidió que era hora de ir en su búsqueda.

Justo cuando estaba a punto de salir, el padre Orsi y la hermana Lily se acercaron a ella con sonrisas en sus rostros. Oriana sintió una chispa de curiosidad, preguntándose qué sorpresa tendrían para ella.

—Oriana, querida —comenzó el padre Orsi, agachándose para quedar a la altura de la pequeña—Teníamos un regalo muy especial para tu cumpleaños número nueve, que será en noviembre, pero creo que lo necesitarás mucho más ahora para tus grimorios y para llevar lo que creas necesario.- Con un gesto teatral, sacó de detrás de su espalda una mochila de cuero hecha a mano, adornada con flores pintadas de negro y mariposas decorativas. Los ojos de Oriana se iluminaron de emoción al ver el hermoso regalo.

—Hoy celebramos que obtuviste tus grimorios, eres una pequeña muy especial, y a tu edad has logrado algo increíble.  —continuó la hermana Lily, sonriendo con calidez mientras acariciaba la cabeza de Oriana. 

—¡Es preciosa! —exclamó Oriana, abrazando la mochila contra su pecho. El tacto suave del cuero y los delicados detalles hicieron que su corazón se llenara de felicidad.

—Este es un regalo de parte de todos nosotros —dijo la hermana Lily, su voz suave y llena de amor.

Oriana sintió una oleada de gratitud y emoción. Sabía que no solo estaba recibiendo un regalo, sino también el apoyo y el amor de su familia en la iglesia. Con una sonrisa radiante, miró a los dos adultos que habían sido su guía y apoyo en todo momento.

—¡Gracias! Prometo que lo usaré para llevar todos mis libros y aprender todo lo que pueda! —declaró con determinación, su corazón latiendo con fuerza por la emoción.

El padre Orsi y la hermana Lily intercambiaron miradas llenas de orgullo, sintiéndose felices de ver a la pequeña tan animada y lista para enfrentarse a su futuro. 

Oriana estaba desbordante de felicidad, así que abrazó a sus dos hermanos mayores con toda la fuerza que sus pequeños brazos podían reunir. Con cada abrazo, les transmitía el amor y la gratitud que sentía por ellos y por el regalo que había recibido. Su risa resonó en la iglesia como una melodía alegre mientras, tras esos afectuosos abrazos, se lanzó a abrazar a cada uno de sus hermanos adoptivos, sintiendo que ese momento era un regalo en sí mismo.

Sin poder contener su alegría, la pequeña salió corriendo de la iglesia, su nueva mochila balanceándose a su espalda, cargada con sus preciados grimorios. Al correr por las calles de tierra, extendió sus brazos a los lados como si fueran alas, dejando que el viento acariciara su rostro. Su corazón latía con emoción mientras se dirigía a la torre, ansiosa por encontrar a sus hermanos mayores y regresar juntos a casa.

En uno de los árboles cercanos a la torre de los grimorios, Asta estaba sumido en profundos pensamientos, colgado de una de las ramas como un pájaro inquieto. Reflexionaba sobre la razón por la cual no poseía magia como los demás, ni un grimorio como sus hermanos adoptivos. A pesar de su frustración, no iba a rendirse tan fácilmente. Sabía que entrenaría todo lo que fuera necesario para superarlos, incluso a su hermana menor, esa enana valiente que había desafiado las expectativas.

De repente, sus pensamientos fueron interrumpidos por la visión de su hermano Yuno acercándose, quien, al igual que él, parecía estar buscando respuestas. Con el rostro decidido, Yuno se dirigió hacia la puerta de la torre, pero en ese instante, una inquietante alarma resonó en su cabeza, advirtiéndole de un peligro inminente. Sin poder evitarlo, dio un giro rápido, pero el tiempo no fue suficiente; unas cadenas negras se lanzaron hacia él con una velocidad aterradora.

¿De quién eres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora