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La batalla se había convertido en una danza desesperada de estrategia y resistencia. Los Toros Negros y el Amanecer Dorado sabían que la única manera de sobrevivir era trabajar juntos, fusionar sus fuerzas en un solo frente. Los primeros en línea debían ser la fuerza bruta, mientras las magas curativas, Mimosa y Oriana, intentaban recuperar su energía en la retaguardia. Mars, implacable y despiadado, comprendió rápidamente la importancia de estas curanderas. Si lograba eliminarlas, los demás caerían inevitablemente, sus heridas serían fatales sin posibilidad de sanación. Su objetivo era claro: destruirlas y asegurarse de que cada golpe infligido fuera irreversible.

Los magos del trébol se prepararon para una última defensa. Noelle se colocó detrás, protegiendo a Oriana y Mimosa, su mirada firme mientras su magia de agua creaba una barrera impenetrable a su alrededor. Heather, un paso adelante, lanzaba ataques con precisión quirúrgica, apoyando a Klaus y Luck, quienes enfrentaban el constante asedio de los clones de mineral que Mars invocaba sin descanso. Yuno y Asta, los chicos de la aldea de Hage, atacaban sin piedad, destruyendo cada fragmento de mineral que amenazaba a sus compañeros. Sin embargo, por cada clon que destrozaban, otro surgía, reemplazando al caído como una ola interminable de enemigos.

—En este mundo —rugió Mars, su voz resonando en el campo de batalla como un trueno oscuro— la gente débil como ustedes no tiene derecho a existir. Los débiles, sin esperanza de ganar, solo deben morir. Yo nací con un único propósito: acabar con los inútiles, y eso es lo que son todos ustedes.-Sus palabras caían sobre los magos como una sentencia de muerte, cada sílaba cargada de desprecio.

 Los ataques de Mars se intensificaron, la gigantesca espada de mineral que había creado se alzó en el aire, lista para descender y destruir todo lo que encontrara a su paso. Pero Asta, con una velocidad desesperada, interceptó el ataque. Su espada, cargada con Antimagia, destrozó la arma de Mars en un solo golpe certero.

Los magos que no conocían a Asta miraron boquiabiertos, incapaces de comprender cómo alguien sin una gota de maná era capaz de detener una fuerza tan abrumadora.

—¡No tiene magia, pero maneja Antimagia! Es capaz de anular todo tipo de hechizo, no importa cuán poderoso sea. —gritó Noelle, su voz clara cortando el aire.

Yuno y Asta empezaron a ganar terreno. Cada ataque que lanzaban empujaba a Mars más y más hacia atrás, su dominio sobre el campo de batalla comenzaba a desmoronarse. Asta, en particular, se destacaba. Su espada no solo anulaba los ataques, sino que parecía infundir una nueva esperanza en sus compañeros, una esperanza que comenzaba a desmoronar la invulnerable fachada de Mars.

Mars retrocedía, sus ojos llenos de furia e incredulidad. Esto no podía estar sucediendo. Hace solo momentos, había sido el amo de la batalla, el ejecutor de la voluntad de los fuertes, y ahora... Ahora, él era el que estaba en desventaja.

—¿Por qué no puedo acabar con ellos? —se repetía Mars, su mente consumida por la frustración— ¡No valen nada! Son una joven mujer, seis adolescentes, y una niña maldita... ¡Deberían estar muertos!- Su respiración se volvió errática, y en sus ojos rosados comenzó a formarse algo que nunca antes había sentido: miedo. No entendía cómo, después de toda su preparación, después de todo su poder, este grupo, que consideraba insignificante, seguía de pie. Pero aún más incomprensible era el hecho de que lo estaban derrotando.

El campo de batalla vibraba con la intensidad de la lucha. Asta y Yuno, ahora en perfecta sincronía, continuaban empujando, debilitando a Mars con cada golpe. El aire estaba cargado de magia y tensión. La desesperación de Mars crecía, y con ella, la determinación de los magos del trébol. Sabían que esta era su única oportunidad de salir con vida. Sabían que, si flaqueaban, este lugar se convertiría en su tumba.

¿De quién eres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora