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La última pelea había llegado, y la tensión en el coliseo era casi insoportable. Los espectadores se inclinaron hacia adelante, la anticipación brillando en sus ojos. Habían presenciado las impresionantes victorias de Asta  y  Yuno, pero ahora, todos esperaban el enfrentamiento final: Oriana contra Anthony. La niña que había osado infiltrarse en el examen de caballeros contra un noble que se creía superior. La atmósfera estaba cargada de expectación, cada alma presente deseando saber quién se alzaría victorioso en esta batalla.

Ambos se enfrentaron en el centro del coliseo, la mirada fija en el otro, el orgullo y la determinación ardiendo en sus corazones. Sabían que esta no era solo una pelea; era una lucha por la dignidad.

—Vine a este lugar —comenzó Oriana, su voz resonando con firmeza, aunque un temblor traicionero se asomaba en su interior.

—Es sorprendente ver cómo una plebeya como tú se atreva a estar aquí —interrumpió Anthony, su tono cargado de desprecio—. Eres solo una mocosa que debería aprender que este no es un lugar para niños llorones como tú.

—Vine a este lugar para demostrar que un día yo— Oriana, sintiendo la rabia burbujear dentro de ella, respondió con un gruñido gutural, pero se contuvo. No podía dejar que sus emociones la dominaran.

Las palabras se quedaron atrapadas en su garganta cuando él volvió a atacarla con burlas.

—Oh, vamos, eres solo una ternurita. Este no es un lugar para ti. ¿Por qué no mejor te vas a casa a llorar con tu papi y mami? Oh, espera... ¡es cierto, eres una huérfana! —Su risa desagradable resonó como un eco cruel en el coliseo, cada palabra lanzada como un dardo envenenado, destinado a humillarla.

La risa de Anthony resonaba en su mente, un recordatorio de su soledad. Las miradas de los espectadores se centraron en ella, algunos divertidos por la escena, otros llenos de curiosidad. Oriana sintió cómo la rabia se transformaba en una determinación feroz. No se dejaría vencer por un arrogante como él.

La pequeña Oriana bajó la cabeza, sintiendo el impacto de las crueles palabras de Anthony como si fueran cuchillos que se hundían en su inocente corazón. En ese instante, todos a su alrededor contuvieron la respiración, temiendo que su vulnerabilidad se transformara en lágrimas. La atmósfera se volvió pesada, una mezcla de compasión y desagrado hacia el joven noble que se deleitaba en la humillación.

Sin embargo, el silencio se rompió cuando Oriana apretó sus pequeños puños, un gruñido gutural escapándose de sus labios. Con una determinación renovada, levantó la cabeza, desafiando el desprecio que había recibido. No iba a permitir que ese niño rico la hiciera llorar; hoy, iba a hacer que se tragara sus propias palabras, convirtiéndose él en el que debía llorar.

Yuno y Asta observaron con una mezcla de preocupación y aliento. La chispa de desafío brillaba en los ojos de Oriana, y ambos sabían que la pelea iba a dar un giro inesperado. Él sería el que se daría cuenta de que no podía subestimar a nadie, especialmente a una niña que había aprendido a luchar con ferocidad en el bosque.

—Y me dicen a mí que soy la infantil —replicó Oriana, levantando la mirada hacia Anthony con un aire de desafío que sorprendió a todos—. Empiezo a creer que tu papi y tu mami no te enseñaron buenos modales. ¿O será que tú también eres un huérfano? Debe de ser así, porque eres molesto y no dejas hablar a quienes intentan defenderse.  —Las palabras salieron de sus labios como dagas, cada una apuntando a su ego.

Los murmullos recorrieron la multitud; nadie esperaba que la niña, a pesar de su juventud, fuera capaz de lanzar una respuesta tan punzante. El impacto de sus palabras era palpable, un golpe bajo que resonaba en el pecho de Anthony. La tensión se intensificó, y la multitud contuvo el aliento, esperando la respuesta del noble.

¿De quién eres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora