Los dos hermanos no se rendían. A pesar de que sus ataques eran ineficaces contra Mars, quien ahora se había envuelto en una impenetrable armadura de mineral, seguían lanzando hechizo tras hechizo. Cada golpe que lanzaban rebotaba sin dejar ni un solo rasguño en el enemigo, y la frustración empezaba a asentarse en sus corazones.
—¡Esto no es justo! —exclamó Oriana, su voz temblando de agotamiento mientras hacía un puchero— ¡Él tiene una armadura y nosotros solo hechizos! —En ese instante, esquivó de manera torpe un ataque que casi la alcanza, lanzándose de panza al suelo.
Yuno, con una mirada severa, corrió hacia ella antes de que el próximo ataque los alcanzara. La levantó de un tirón, sin permitirse ni un segundo de descanso.
—¡No es momento para eso, Oriana! —gruñó, su voz teñida de una mezcla de urgencia y preocupación. Sabía que su hermana estaba al límite, pero él también lo estaba, y ambos debían mantenerse en pie.
Mars, desde su posición ventajosa, los observaba con una sonrisa fría. Sus ojos rosados destellaban con arrogancia mientras lanzaba otro ataque devastador hacia ellos, su espada de mineral surcando el aire con una fuerza demoledora.
—Es inútil —dijo con un tono monótono, casi aburrido—. No importa cuántos hechizos lancen, su magia es insignificante ante mí.
Los hermanos apenas lograron apartarse cuando la gigantesca espada cayó, impactando el suelo con una explosión de polvo y rocas. Si Yuno no hubiera actuado a tiempo, ambos habrían sido aplastados. El peso de la batalla empezaba a hacerse insoportable. Oriana jadeaba, cada movimiento se volvía más difícil, y su pequeño cuerpo comenzaba a ceder. El uso constante de sus dos grimorios drenaba su maná rápidamente, y el dolor de los rasguños y moretones empezaba a instalarse con fuerza. Pero, por mucho que su cuerpo le pidiera descansar, su espíritu se negaba a rendirse.
Este no era un juego. No era una de esas peleas despreocupadas que solía tener con sus hermanos o los animales del bosque. Aquí, la vida de sus compañeros estaba en juego. Aquí, cualquier error significaba la muerte. No podía permitirse caer, no mientras Yuno estuviera luchando a su lado, no mientras sus compañeros dependieran de ellos.
—¡No nos rendiremos! —gritó Oriana, con una feroz determinación en sus ojos dorados. Aunque cada fibra de su ser le suplicaba detenerse, aunque su magia se estuviera agotando, su voluntad seguía intacta. Sabía que todavía no había superado a sus hermanos mayores, y ese pensamiento era suficiente para impulsarla a seguir adelante.
Yuno, igual de obstinado, se plantó firmemente junto a su hermana. Sus ojos ámbar brillaban con la misma terquedad. Ambos sabían que el mago de los minerales no les dejaría pasar ni una oportunidad de escapar, pero mientras tuvieran fuerzas, seguirían luchando. No iban a permitir que este enemigo pasara sobre ellos y aplastara a sus amigos. Mientras estuvieran de pie, seguirían peleando.
—Deténganse —gruñó Mars, irritado ante su resistencia— No tienen nada a su favor. Están al borde del colapso, y su magia no puede vencerme. ¡Ríndanse! —Los miró con desdén, como si no fueran más que insectos bajo su bota, enfocando su mirada especialmente en Oriana, quien con dos grimorios seguía resistiendo sin haber sido forzada a ello por ningún experimento. Un talento raro, pero no suficiente para derrotarlo.
—Rendirse no es una opción —Oriana le devolvió la mirada, desafiante. El cansancio se reflejaba en su rostro, pero su convicción era inquebrantable. dijo, su voz baja pero llena de fuerza. Sabía que estaba en una desventaja abrumadora, pero no le importaba. Nunca había sido su estilo retroceder cuando las cosas se ponían difíciles. No importaba si este mago la consideraba insignificante, Oriana iba a seguir peleando hasta el final.
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¿De quién eres?
FanfictionAquella mujer corría tratando de proteger la vida de su pequeña hija, su mayor tesoro en la vida. Los caballeros magos no llegarían a tiempo a salvarlas, ella buscando donde dejar a su bebé se la dejaría a dos niños que eran de una pequeña aldea. El...