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Las primeras dos semanas de Oriana con los Toros Negros habían pasado entre risas, pequeñas travesuras y nuevas amistades. Aunque no la llevaban a muchas misiones, Vanessa y Finral la sacaban a menudo a la ciudad. Oriana exploraba los alrededores, pero también ayudaba con las compras para la base. Sin embargo, era evidente que no podían dejarla sola en la base por mucho tiempo; su naturaleza inquieta podría hacerla protagonista de alguna broma inocente, o incluso transformarla en una pequeña sombra solitaria deambulando por los pasillos.

A pesar de ser una caballero mágico, Oriana a veces se olvidaba de esa responsabilidad, especialmente cuando jugaba con otros niños en la ciudad. Uno de ellos, Orión Galaeth, tres años mayor que ella, se convirtió en su mejor amigo. Era su primer amigo verdadero en mucho tiempo, y juntos compartían risas y momentos que le permitían escapar de la presión de su nuevo rol.

Cuando llegó el momento de que Oriana pasara dos semanas con los Caballeros del Amanecer Dorado, Vanessa y Magna actuaron como hermanos mayores sobreprotectores. No querían que la niña fuera con los "amargados" de aquel escuadrón. Ambos esperaban pacientemente afuera de la base, pero Oriana tardaba mucho en despedirse. Para ella, aunque solo fueran dos semanas, dejar a los Toros Negros se sentía como un gran adiós. Estaba tan apegada a ellos que las despedidas parecían interminables.

El capitán Yami, con su paciencia siempre al límite, decidió tomar cartas en el asunto. Sin titubear, la tomó por la ropa y la sacó fuera, con su mochila en la mano. A pesar de lo brusco del acto, Oriana sabía que él también la extrañaría. Vanessa le lanzó una mirada cómplice a su capitán mientras colocaba a la niña en la escoba de Magna.

—No es justo... ¡Me agarraste como a un gatito bebé!— Oriana hizo un puchero mientras miraba a Yami, quien simplemente desvió la mirada, ignorando sus protestas. —Capitán malo... — murmuró ella, cruzándose de brazos. Sin embargo, rápidamente dirigió su mirada a Magna y exclamó con entusiasmo— ¡Vamos a donde nos lleve el viento!- Aunque Oriana podía volar sola en una escoba los mayores aún no se sentían cómodos dándole una. 

Magna, irritado por el grito, se volteó hacia ella.

—¡No me grites en la oreja, cachorra enana!— frunció el ceño, claramente molesto por la energía de la niña.

—¡No me grites o te grito yo!— Oriana le respondió desafiante, cruzando sus brazos.

—Oee, mocosos, llévense a esa cachorra con los del Amanecer Dorado ya. No quiero tener que perder el tiempo hablando con esos amargados por su tardanza.- Por unos segundos, ambos estuvieron peleando a gritos hasta que Yami, observando la escena con una sonrisa oculta, intervino con su típico tono despreocupado.

—Sí, capitán, ya nos retiramos.- Vanessa, notando la incomodidad de Yami y queriendo calmar el ambiente, sonrió y asintió

El viaje comenzó en silencio, con la brisa suave acompañándolos mientras volaban. Oriana, siempre inquieta, fue la primera en romper el silencio contando historias divertidas de sus entrenamientos antes del examen. Sus anécdotas arrancaron risas a Vanessa y Magna, quienes disfrutaban de su energía contagiosa.

—Sabes, pequeña, creo que te llevarías de maravilla con el capitán Fuegoleon y su hermano menor, seguro que te harían seguirles el ritmo en un abrir y cerrar de ojos. —dijo Vanessa entre risas suaves 

—Oye, no la estés incitando a que se vaya con los Leones Carmesí—Magna no tardó en intervenir con una expresión de falso disgusto. Arrugó la nariz, aunque sus palabras estaban teñidas de una broma.

Sin embargo, notó que Oriana se había quedado callada de repente, lo cual era raro.

—Oye, enana, ¿qué sucede?—preguntó Magna con curiosidad.

¿De quién eres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora