El capitán de los Toros Negros observaba en silencio desde su oficina, sumido en pensamientos que lo atormentaban desde hacía semanas. Oriana, la niña que había llegado junto con Asta, había traído consigo una sombra de misterio y duda que no dejaba de perseguirlo. Desde el momento en que puso un pie en el campo de los exámenes de caballero mágico, él había sentido algo perturbadoramente familiar en ella. Nunca imaginó que el día llegaría en que presenciaría a una niña de tan solo nueve años enfrentarse a un chico mucho mayor, y vencerlo. Era algo más que sorprendente... era inquietante. La humillación del otro chico fue tan grande como la incredulidad de todos los presentes, pero para él, era algo más profundo.
Al principio, no le había dado importancia. Después de todo, ¿qué podía esperar de una plebeya más? Pero esa suposición pronto fue borrada por la realidad. Oriana y Yuno... ambos con un mana fuera de lo común, algo que desafiaba las normas de la sociedad mágica. Recordaba cómo, durante la batalla, el aire a su alrededor parecía cargar con una energía antigua y poderosa, como si el mismo destino se hubiera tejido en los hilos de la existencia de esa niña. Y así, una sospecha empezó a enraizarse en su mente, creciendo lentamente con cada mirada que le dirigía.
No podía dejar de preguntarse si esa niña era realmente lo que aparentaba ser: una simple plebeya. Los recuerdos de William Vangeance, el hijo ilegítimo de un noble y una plebeya, volvían a su mente. ¿Era posible que Oriana compartiera un destino similar? ¿Acaso no existían secretos aún más profundos en su linaje? Cada vez que pensaba en su origen, sentía un vacío en el estómago, un vértigo que no podía controlar.
A pesar de todo, había aceptado que Oriana formara parte de los Toros Negros. Podría haberla dejado en manos de William, podría habérsela quitado de encima. Pero algo, un instinto que no comprendía del todo, lo había impulsado a mantenerla cerca. Era como si no pudiera evitar querer observar más de cerca el potencial que la niña guardaba, un potencial que ya era evidente a su corta edad. El hecho de que poseyera un grimorio tan joven solo reforzaba su convicción de que había algo extraordinario en ella.
El recuerdo de aquel primer día de entrenamiento, cuando Magna, en su habitual necesidad de impresionar a los novatos, la desafió, aún le provocaba una sensación de inquietud. Oriana, tan pequeña, había aceptado el reto con una determinación silenciosa que desconcertaba. Y cuando sacó su grimorio, no fue el mismo que usó en los exámenes. La magia que invocó ese día era de otro nivel, otro color... algo que incluso entre los caballeros más experimentados sería considerado excepcional.
Y ahí estaba la similitud inquietante. El fuego que Oriana controlaba no era normal. Había visto antes ese mismo fuego, aunque solo una vez, en Leolah Vermilion, una mujer de la realeza, miembro de la ilustre familia Vermilion. Su magia de fuego infernal, con ese tono tan inusual, era única en todo el reino trébol. Leolah, la leona de cabellos negros entre un linaje de leones carmesí, siempre había sido una anomalía en su familia. Su naturaleza feroz, pero controlada, la había llevado a elegir los Ciervos Aguamarino en lugar de unirse a los Leones Carmesí, una decisión que había desconcertado a muchos.
Pero Leolah había desaparecido, y junto con ella, su hija. Durante años, la familia Vermilion la había buscado, sin éxito. La historia de la princesa perdida del reino trébol se había convertido en un simple rumor, una leyenda de un pasado doloroso. Hasta ahora.
Nueve años. Nueve largos años de búsqueda infructuosa, de preguntas sin respuesta, de corazones rotos. Y ahora, esa niña... esa mocosa extraña que aparecía de la nada con un poder que no debería tener, despertaba en él la certeza de que estaba ante la hija perdida de los Vermilion y de Vangeance.
El capitán suspiró, con el peso del descubrimiento aplastando su pecho. La imagen de Oriana, tan pequeña y aparentemente inofensiva, resonaba en su mente con una gravedad que no podía ignorar. Si sus sospechas eran ciertas, si realmente se trataba de la hija perdida de Leolah, eso significaba que todo cambiaría. Oriana no era solo una niña... era una princesa, una heredera de uno de los linajes más poderosos del reino.
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¿De quién eres?
FanfictionAquella mujer corría tratando de proteger la vida de su pequeña hija, su mayor tesoro en la vida. Los caballeros magos no llegarían a tiempo a salvarlas, ella buscando donde dejar a su bebé se la dejaría a dos niños que eran de una pequeña aldea. El...