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Ahora que Asta y Oriana  eran oficialmente parte de los Toros Negros, se habían unido a una de los escuadrones más extrañas y caóticas que el reino Trébol jamás había visto. Aunque eran conocidos por ser un escuadrón desastroso, con reputación de causar tantos problemas como los que resolvían, no había dudas de que, de una forma u otra, siempre terminaban ayudando. Magna, emocionado por la llegada de los nuevos, no perdió tiempo y se llevó a Asta para darle un tour completo por la base, dejando a Oriana en manos del grupo de chicas, quienes ya estaban listas para mimarla.

Vanessa fue la primera en acercarse, con una sonrisa traviesa y curiosa.

—¡Eres tan pequeña! Y también... ¡como un gatito! —exclamó mientras le daba un suave toque en la mejilla a Oriana, haciendo que sus colmillos asomaran un poquito. La niña, aunque sorprendida por el gesto, mantuvo su calma felina.

Charmy, sin perder tiempo, ya había aparecido con un plato de postres en la mano, lista para consentirla.

—¡Si eres tan pequeña, necesitas comer mucho para crecer y ser más fuerte! —dijo mientras le ofrecía un pedazo de su pastel favorito. Oriana, por supuesto, no perdió la oportunidad de probar el dulce, abriendo los ojos con asombro al primer bocado.

—¡Esto está delicioso! —dijo, su voz sonando un poco más emocionada mientras aceptaba más.

Gordon, siempre tímido, murmuraba detrás del grupo, tratando de hacerse notar.

—Espero... que podamos ser amigos... y que no te asustes... —dijo en un tono tan bajo que parecía parte del viento. Aunque casi nadie lo escuchó, Oriana le lanzó una pequeña sonrisa, lo que hizo que el corazón de Gordon se llenara de esperanza.

Mientras tanto, Finral observaba la situación con una mezcla de alivio y entusiasmo. La llegada de nuevos integrantes, especialmente alguien tan joven como Oriana, traía frescura al equipo.

—Al fin tenemos nuevos compañeros. ¡Ya estábamos siendo olvidados por todos! —dijo con una sonrisa encantadora—. Tal vez puedas ayudarme a  ganar el corazón de una dama... —añadió, guiñándole un ojo a Oriana, quien lo miró con una mezcla de confusión y diversión.

—Yo solo quiero pelear bien. —dijo ella, encogiéndose de hombros mientras seguía disfrutando de su pastel.

El ambiente era animado y cálido, y aunque Oriana era nueva en este extraño grupo, sentía una especie de comodidad y seguridad que no había experimentado antes. A pesar de lo caóticos y alocados que podían ser, estaba claro que los Toros Negros se cuidaban entre ellos, y ahora ella formaba parte de esa desastrosa pero unida familia. Con cada broma, sonrisa y gesto amable, Oriana sabía que, junto a su hermano, estaban en el lugar correcto.

Y mientras Asta y Magna exploraban la base, con Asta maravillándose por cada rincón, Oriana disfrutaba de los mimos y atenciones, empezando a sentirse como en casa. La vida con los Toros Negros prometía ser una montaña rusa de emociones, y no podía esperar para ver qué aventuras le deparaban junto a su nueva "familia".

Oriana intentaba responder a sus nuevos compañeros, pero con las mejillas siendo estiradas por Vanessa o un pastel en la boca cortesía de Charmy, apenas podía hacer un sonido. No es que tuviera de qué quejarse; ya comenzaba a sentir un inmenso cariño por los Toros Negros, una sensación que se parecía a la de tener una familia. Una familia peculiar, claro está, pero al fin y al cabo una familia en la que poco a poco se sentía más cómoda. Las palabras del capitán Yami resonaban en su mente: "Los Toros Negros están llenos de raros, rechazados y fracasados, cada uno tiene su encanto, pero esos mocosos son únicos."

Mientras disfrutaba de esa extraña y acogedora camaradería, Oriana se preguntó cómo sería con el Amanecer Dorado, otro escuadrón de caballeros mágicos. "¿Será difícil que me acepten?", pensaba. "¿Tendré que ser más seria y reservada?" Aunque sabía comportarse cuando era necesario, lo suyo siempre había sido más vivir con energía, ser inquieta y hacer pequeñas travesuras. 

¿De quién eres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora