×Capitulo XXXII×

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[En algún lado de África dónde un bosque nació gracias a la magia]


En la profundidad de un bosque tan frondoso y querido por el cuidado de el druida que lo habitaba; pues, su magia natural llenaba de vida el lugar haciendo de este bosque no solo un atractivo turístico, sino también una de las zonas más relajantes para quienes vivían cerca. En este bosque el druida solía refugiarse en las copas de los árboles en forma de un viento refrescante.
La vida parecía haber bendecido al druida con este gran bosque en el cual todos lo trataban bien y podía juguetear todo el día... Sin duda era maravilloso, pero entonces, sin aviso alguno, un fuerte ruido se hizo presente en la madrugada.

Las hojas eran sacudidas por un fuerte viento que al parecer era producto de unos seres tan perversos que poco o nada les importaba dañar a la naturaleza si ellos lograban lo que anhelaban, pues sin pudor alguno empezaron a quemar un pobre roble viejo.
El druida podía oír los lamentos del pobre roble por lo que aún sabiendo que era peligroso decidió acercarse a toda velocidad, esperando dentro de sí que nada realmente malo sucediera.

¡¿Qué!? —exclamó el druida al ver como  cadenas lo habían aprisionado cuando intentaba detener aquellas llamas desgarradoras— ¿P-porqué hacen esto? ¡Déjenme ir, mis amigos morirán si no apagó el fuego! —les gritaba a lo que parecían personas encapuchadas con unos trajes blancos.

Hmm... Parece ser que eres joven, no podrías ayudarlos aunque quisieras —dijo una de estas personas con una especie de voz robótica.

— ¿Porqué no puedo? —preguntó forcejeando las cadenas mágicas, pero sin poder liberarse de ellas.

— Es un incendio mágico, no puedes apagarlo a menos que derrotes a quien lanzó el hechizo o tu magia lo anule.—Y con estas palabras el corazón del druida se rompió, no solo no podía defenderse, sino que debía ver cómo las criaturas de su bosque morían siendo consumidas por aquel calor infernal Pero nuestra charla ya duró mucho, tú vendrás con nosotros —sonrió divertido mientras que uno de sus secuaces empezaba a abrir un portal.

— ¡No, no me alejen de mi hogar! ¡Déjenme! ¡Alguien ayúdeme, por favor! —gritaba desesperado con lágrimas desbordándose por sus mejillas, rogando por que alguien le escuchara y acudiera a su llamado pero parecía imposible.

— Grita lo que quieras, son las 2 de la madrugada y no hay nadie que te pueda ayudar —dijo mientras entre todos hacían una clase de sellos mágicos en la tierra, haciendo que las cadenas arrastraran al druida hasta dentro del portal.

— ¡No, no quiero, sueltenme! —gritaba sin dejar de llorar, realmente no entendía que demonios pasaba y al ser joven aún no era bueno con el control de sus poderes, cosa que lo desesperaba aún más.

— Wow, al parecer es cierto eso de que andan secuestrando druidas —.Interrumpió un ser vestido con una capa y capucha oscura junto a una máscara, que no solo impedía observar su rostro, sino que tampoco dejaba oír su voz como realmente era— Vayas escorias me he encontrado.

Y con esas palabras aquel ser misterioso que antes estaba entre las sombras ahora estaba al lado del druida.
El resto de trajes blancos se asombraron al notar la velocidad inhumana de aquel ser pero aún así empezaron a atacarlo mientras que aquel ser misterioso lanzó un puñetazo al suelo destruyendo la superficie haciendo que los de blanco cayeran por no tener un suelo firme, pues aquel solo golpe había hecho del suelo un montón de pedazos de tierra, por otro lado durante ese mismo tiempo el ser misterioso destruyó el hechizo de cadenas con solo colocar su mano sobre los grilletes que detenían al druida.

El Dragokin [Ramcisco] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora