Capítulo 6

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Dulce estaba nerviosa, se movía inquieta en el asiento del copiloto y miraba su celular

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Dulce estaba nerviosa, se movía inquieta en el asiento del copiloto y miraba su celular.

—¿Quieres ir al baño? —inquirió Maxi colocando una mano sobre la rodilla de su mujer, últimamente el embarazo la hacía necesitar orinar a cada rato.

—No... solo... tengo miedo... ya sabes...

Maxi negó.

—Son Bastian y Angie, los mismos de siempre, pasará lo que esperamos que suceda, ya verás.

—¿Qué esperamos que suceda? —quiso saber ella—. Porque yo espero que no se maten... al menos no antes de la boda...

Maxi rio.

—No lo harán, van a pelear un poco, van a hablar otro poco, incluso y con suerte se dejarán llevar otro poco... y habrá que ver qué resulta de todo eso...

—¿Qué crees que sucederá?

—Espero que al menos puedan volver a ser amigos, odio esto de tener que dividirnos entre los dos —comentó Maxi—, estoy cansado de eso.

—Sí... tienes razón...

Buscaron a Angie en casa de su madre, pero ella no había traído muda, pues no había planeado quedarse a dormir allí. Buscó entre su antigua ropa algo para ponerse, pero nada la hacía sentir cómoda. Vistiendo como la Angie de antes temía dejarse llevar por quien fue en el pasado, y se sentía más segura siendo Ángeles, por lo que se dio un baño, se cambió la ropa interior, pero se volvió a poner su falda de tubo de color beige y su blusa de seda floreada.

—¿Así vas a ir a una granja? —inquirió Maxi al verla con sus tacones puestos.

—Estoy súper bien, ando así todo el día incluso por la playa, estoy acostumbrada —respondió con seguridad.

—Allá tú —comentó su hermano y se encogió de hombros.

El camino de ida al parque Felicidad fue bastante largo para Angie, estaba nerviosa, ansiosa, no tenía idea de si él iba a estar allí, pero no iba a preguntar eso, y sabía que ese sitio la trasportaría a sus recuerdos más íntimos.

Y es que en el mirador del parque Felicidad, allá en la cumbre del cerro y en la terraza de la vieja cabaña, ella y Bastian habían hecho el amor por primera vez.

Un poco antes de llegar, comenzó a notar lo mucho que había mejorado el lugar desde la última vez que había estado allí, cuando todavía estaba abandonado y a la venta. Ahora había señalización, flechas de colores que guiaban a los conductores junto con el logotipo del parque: «Ecoparque y granja Felicidad», rezaban los carteles.

De pronto, visualizaron un portón de madera con un cartel de bienvenida al local.

—Hola, señor Máximo —saludó el hombre encargado de verificar la entrada—, pase por favor, hace unos minutos llegó la señorita Andrea.

Lo que Angie creía que quería (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora