Capítulo 28

1K 261 144
                                    

Era martes y era el último día de Angie en la ciudad, el miércoles a las once partía su vuelo con destino a Cabo Azul para volver a su vida normal

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Era martes y era el último día de Angie en la ciudad, el miércoles a las once partía su vuelo con destino a Cabo Azul para volver a su vida normal.

El lunes había sido un día especial, estaban cansados, pero aun así se quedaron el mayor tiempo posible alrededor de Maxi, Dulce y Samuel. Angie hubiera querido poder hablar más con ellos, sobre todo con su mejor amiga, pero no era el momento y ya podrían hablar luego... Angie planeaba volver, en unos meses, quizá, para las fiestas de fin de año.

Se turnaron todo el día para ir a descansar o traer cosas que ellos podían necesitar, por suerte tenían todo preparado, y no bastó más que Dina fuera al departamento para encontrar el bolso del bebé y traerlo.

Cerca de las ocho de la noche, Angie se despidió, se sentía agotada y solo le quedaba un día más en la ciudad, por lo que una sensación de tristeza se le colaba en los huesos. No quería irse, no ahora, no así, pero el viernes era el día que asumiría su nuevo cargo y no había forma de posponer aquello.

—Angie —la llamó Bastian cuando la vio salir—. ¿Ya te vas?

—Ya... estoy muerta...

—Yo... mañana es tu último día —afirmó—. ¿Tienes planes?

—No... pensaba salir a dar una vuelta por el centro... recorrer... y venir otra vez —comentó.

—Yo creo que mañana ya vuelven a su casa, eso me dijo Maxi... Pensaba que... ¿me regalas un día? —preguntó sin titubear—. Solo un día más... —susurró.

Angie tuvo miedo, era su último día y lo último que había vivido con Bastian antes del nacimiento de Samuel había sido demasiado intenso.

—Está bien —asintió.

No podía decirle que no, no cuando ella también lo deseaba.

—Gracias —susurró él—. Iré por ti cerca de las ocho de la mañana...

—¿Tan temprano? —preguntó bostezando.

—Sí... prepárate para pasar un día inolvidable —prometió.

Angie sintió nervios, anticipación, emoción y entusiasmo ante aquella idea, aun así, se preparó mentalmente para disfrutarla, por lo que esa mañana, cuando a las ocho en punto golpearon a su puerta, sonrió emocionada y abrió.

Vestía un vestido negro con motas blancas grandes, era corto y con la falda en campana, arriba se puso una chaqueta, porque todavía estaba un poco fresco, pero posiblemente después hiciera calor y se la quitaría.

Bastian pasó estirando un carrito con un suculento desayuno bien cargado, Angie sonrió.

Él no dijo nada, colocó todo sobre la mesa ante la curiosa y divertida vista de la muchacha, luego la tomó de la mano y la guio para que se sentara, él se sentó a su lado y comenzó a descubrir cada uno de los platillos que aún se encontraban cubiertos. Entonces, sacó la tapa del último, un pequeño muffin de chocolate con una vela en el centro se dejó ver.

Lo que Angie creía que quería (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora